Guerra de tronos en el PLD

Si en la política se hace lo que conviene, al PLD le resulta acertado promover la eliminación del “nunca jamás” de la Constitución como ha sugerido inteligentemente el senador Victoria Yeb (PLD Ma. T. Sánchez), porque garantiza la secuencia del relevo, la posibilidad del retorno a Danilo Medina, que es un líder popular necesario. Su influencia es determinante. El presidente Medina es consciente que en el 2016 su candidatura hubo de forzar la Constitución y que fue dejada pasar sin resistencia militante del leonelismo porque encajaba en la idea de Fernández de optar por una reelección, pero no dos, porque “genera tensiones”.

(Él declinó en el 2012 por esa razón). Y lo hizo venciendo el categórico gesto de desafío a su convicción que fue la documentada presencia de dos millones de firmas. En el 2015 mostró inteligencia estratégica para no dividir el Partido aún acosado por la insensibilidad ética y moral de sus propios compañeros y adversarios políticos.

Con pensamiento crítico y no dogmático no se dejó arrastrar por la nostalgia del pasado, sino que razonó las dudas con respecto al presente y al futuro que obligan a decisiones de esa índole. Reafirmó su herencia boschista y sus raíces peledeístas. En el 2012 pesó mucho la continuidad del modelo económico cuyo motor al crecimiento se inicia en el 2004, y que logró organizarse ordenadamente; esa y no otra fue la razón del relevo con Danilo Medina como una forma de seguir enlazando la economía con la estructura peledeísta. Leonel Fernández es un adicto con el progreso y sabe que es incompatible la reversión ética en la que caeríamos si el error es visto como más fecundo que el acierto, representado en la opción opositora. Ahora bien, ¿cuál sería la tensión política si se insiste en Danilo Medina? Asustaría hasta la democracia porque habría que desafiar el poder en su propio partido y conllevaría una desestabilización del sistema político. Hay que intuir que toda guerra conlleva víctimas, pero lo que la genera es cuando tu contrario aumenta su fuerza al extremo de amenazar con convertirse en hegemónico.

Pero cualquier fórmula (o pócima) electoral para enfrentarlo aun cuando sea en un marco respetuoso de sus derechos, la disposición de esa desventurada intención tropezaría con un rechazo mayor, y ciertamente el danilismo merece un comportamiento decoroso y no ser la burla y el hazmerreír de tan flagrante iniciativa.

Deben optar por proyectos menos irreverentes. Sería una falta de respeto a la jerarquía de ese tipo de “dios laico de la política” que es el expresidente Fernández. A veces hay que acudir al espejo y mirarse por un momento. De modo que cuando se glose la trayectoria y el bagaje de a quien se le quiere fabricar un mito tratando de alcanzar el nivel de contrafigura a un reavivado Leonel, que sabe llevar el escudo de los biempensantes sin ningún resentimiento; una personalidad en que atruena la razón ante el vacío de figuras de “hombres del Estado”, resulta muy cuesta arriba hacerle sombra.

Mas él que no es hombre de maquinaciones malsanas, ni de odios gratuitos, ni puñales de la intriga. Que sólo se le podría combatir en el campo de libelo, pero que ya no prosperaría en el ahora. Pienso que es de rigor que al país debe regírsele con políticos ecuánimes, abiertos a todas las tendencias, aún las desemejanzas y disimilitudes; personas no conflictivas. “Ellos son dos pilotos que conocen la superficie del mar, y también el mundo que se agita en sus entrañas y donde se incuban las grandes tempestades”.

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