FE Y ACONTECER
“Habla, Señor, que tu siervo escucha”

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
14 de enero 2018 - Ciclo B
a) Del primer libro de Samuel 2, 3b-10. 19.
Este texto narra la vocación del gran profeta que vivió entre los siglos XI y X a.C. Samuel fue enviado por sus padres en sus primeros años a Siló, donde se encontraba el Arca de la Alianza, para ser educado en el servicio del templo. Cuando experimentó la llamada del Señor era todavía un muchacho y no conocía sus caminos, así que el sacerdote Elí le dijo: “acuéstate, y si alguien te llama, responde: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Efectivamente, así sucedió. El texto concluye con estas palabras: “Samuel crecía y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse”.
La razón de que se lea este domingo la vocación de Samuel es porque en el Evangelio aparece la vocación de los primeros discípulos de Jesús. El tema vocacional siempre ha sido de gran importancia en las páginas bíblicas. Puede decirse con absoluta certeza que el Señor se ha complacido en contar con hombres y mujeres para protagonizar la historia de la salvación. Es la realidad que nos cuentan las maravillosas páginas del Antiguo y del Nuevo Testamento, por eso, la Iglesia nos proporciona cada día, particularmente en los domingos, la lectura continuada de las grandes etapas de esa hermosa historia.
Samuel fue portador de la palabra en un momento de crisis de su pueblo. Era indiscutiblemente un hombre de Dios y así lo reconoció el pueblo de Israel. Él no buscó la palabra, sino que la palabra lo buscó a él, y lo encontró abierto, receptivo, vigilante y fue su mensajero. A través del año irán apareciendo esas importantes figuras, patriarcas, jueces, reyes, profetas, sacerdotes, apóstoles y comunidades, que el Señor llama como a Samuel y que han respondido a su vocación.
b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 6, 13c-15a. 17-20.
Corinto era la capital de la provincia romana de Acaya y San Pablo llegó allí después de su aparente fracaso en Atenas donde quiso predicar el Evangelio frente a los engreídos y autosuficientes sabios de la capital cultural del mundo en ese momento. A su llegada encontró al judío Aquila y a su esposa Priscila que habían llegado desde Roma porque el emperador Claudio había expulsado de la capital a todos los judíos. Pablo los visitó y como se dedicaban al mismo oficio de fabricar tiendas de campaña, se alojó en su casa.
Aquí tenemos al gran Pablo de Tarso ya convertido del judaísmo, pero rechazado por ellos y obviamente por los paganos a cuyas prácticas idolátricas se oponía. ¿Qué dice el Apóstol a los Corintios? “El cuerpo no es para la fornicación sino para el SeñorÖ O ¿no saben que quien se une a una prostituta se hace un cuerpo con ella?... Apártense de la prostituciónÖ De modo que no se pertenecen a sí mismos, sino que han sido comprados a un gran precio (la sangre de Cristo), por tanto, glorifiquen a Dios con sus cuerpos”.
c) Del Evangelio
de San Juan 1, 35-42.
Este párrafo del evangelio de San Juan es parte de lo que se conoce como el “testimonio” de Juan Bautista, quien siempre que es mencionado en el cuarto evangelio aparece en su calidad de testigo y su testimonio provoca una reacción en su auditorio y especialmente en sus discípulos que decidieron seguir a Jesús. Juan Bautista estaba acompañado por dos de sus discípulos y señala a Jesús como “el Cordero de Dios”, en seguida siguieron a Jesús. Al verlos les pregunta “¿Qué buscan?” y ellos le contestan “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?” - Él les dijo “vengan y lo verán”.
Con esa admirable sencillez introduce Juan Evangelista el ministerio de Jesús que dialoga con sus primeros discípulos. En las páginas bíblicas siempre se dio mucha importancia al tema de la llamada. El Señor es quien toma la iniciativa vocacional, y las personas invitadas son las que responden. Dios, conociendo muy bien el corazón de cada uno, le invita a colaborar en su obra. Naturalmente la respuesta es absolutamente libre, si la persona no quiere, el Señor respeta esa libertad. Recordemos el caso de aquel joven rico, muy observante de la Ley de Dios, a quien Jesús llamó y no tuvo valor para seguirle, “una sola cosa te falta para ser un judío cabal, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, ven y sígueme. Pero él se marchó muy triste porque tenía muchos bienes”. Ejemplo clarísimo de llamada de Jesús y negativa del joven a seguirle.
Toda vocación, repito, es llamada de parte de Dios y en el texto que comentamos aparecen los verbos de toda vocación cristiana, que es llamada de Dios a la fe y a su amistad: buscar, encontrar, ver, seguir y permanecer con el Señor. Los discípulos siguieron, pues, a Jesús, pero sabemos que ese seguimiento inicial tuvo sus limitaciones hasta el día de Pentecostés. Jesús dedicaría los tres años de su vida pública a formarlos, prepararlos para la misión que les encomendaría y entrenarlos para el ejercicio de su ministerio. Pero ciertamente que lo más importante era acompañar al Señor, escucharle, ver cómo se comportaba, qué hacía Jesús. De Él debían ellos aprender.
El Espíritu Santo produjo un gran cambio en aquellos hombres, pues su origen no les permitía tener la capacidad para enseñar como luego lo hicieron. Eran unos simples pescadores y tendrían que predicar en muy diversos ambientes. La obra transformadora de aquellas mentes rústicas la hizo sin duda el Espíritu Santo el día de Pentecostés.
Tomemos el caso de Simón a quien Jesús cambió el nombre por Pedro, había dedicado su vida a pescar en Tiberíades, era impetuoso y podemos decir hasta imprudente, pero quería al Maestro. Ese mismo Pedro la noche en que Jesús fue arrestado lo negó tres veces, a pesar de las protestas de fidelidad que había hecho.
Sin embargo, varias semanas después, encontrándose con los demás discípulos en Jerusalén, aquel humilde pescador de Galilea recibe una efusión de dones del Espíritu Santo, al igual que sus compañeros. El cambio que se opera en Pedro es radical, aquel mismo día comienza a predicar con valentía y echar en cara a los peregrinos y habitantes de Jerusalén la muerte de su Maestro. Esta actitud la mantuvieron todos hasta el momento de su muerte. En el caso de Pedro sabemos que fue crucificado en Roma por disposición de Nerón.
Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.