PASADO Y PRESENTE
En torno a los tres períodos republicanos

El modelo de división temporal que aplicó José Gabriel García, en el sentido de Primera República (1844-1861) y Segunda República (1865-1916), estuvo determinado por la existencia del Estado nación proclamado el 27 de febrero de 1844. Para García, la desaparición del Estado dominicano en 1861 supuso el fin del primer período de la historia republicana, mientras que el segundo período surgió tras reaparecer la República en 1865. Se trató, naturalmente, de una periodización del devenir republicano con el propósito de facilitar la comprensión de nuestra historia política entre estudiantes y amantes de la historia patria. En ese sentido, los historiadores posteriores a García que en el siglo XX reconstruyeron el pasado republicano, continuaron con el modelo temporal aplicado por este y designaron “período de la Tercera República” al que se inició en 1924 tras finalizar la ocupación militar norteamericana que, como se sabe, eclipsó el Estado nacional durante ocho años. Insisto, pues, en que la periodización de la historia republicana en modo alguno significa que sea necesario buscar un Padre de la Patria para cada uno de esos tres períodos, toda vez que la República Dominicana fue fundada una sola vez en 1844, y la gloria de esa inmortal hazaña le corresponde exclusivamente a Juan Pablo Duarte, a Francisco del Rosario Sánchez y a Ramón Matías Mella.
Una opinión de Gregorio Luperón. Entre algunos estudiosos, analistas y protagonistas de nuestro pasado ha habido autores que han formulado propuestas para establecer períodos de la evolución histórica del país. Tal el caso del general Gregorio Luperón, quien, por los avatares políticos que padeció (además del tiempo que pasó en el exilio), no llegó a compenetrarse pormenorizadamente con el alcance y contenido de la importante obra del historiador García. El general Luperón, incluso, esbozó su propia periodización de la historia dominicana a partir de fracasado proyecto de José Núñez de Cáceres en 1821. Las opiniones de Luperón sobre el tema de los períodos republicanos fueron plasmadas en sus notas autobiográficas, que escribía hacia el año 1894 cuando las páginas de dos periódicos dominicanos, “El Teléfono” y “El Eco de la Opinión”, daban cabida a una encendida polémica entre “sanchistas” y “duartistas” acerca de quién había sido el auténtico Fundador de la República. Así, en el tomo III, de las “Notas Autobiográficas y Apuntes históricos” de Gregorio Luperón leemos lo siguiente: “Son muchos los beneméritos dominicanos que por su gloriosa memoria merecen que se les erija estatua. Ramón Mella y Sánchez resolvieron y realizaron el bellísimo problema de Duarte, y el grande y eminente Don José Núñez de Cáceres, que murió en el destierro por la incuria del pueblo, que lo abandonó para echarse en brazos de la dominación de Boyer, y que fue el creador y fundador de la Primera República en 1821, son muy acreedores, como Duarte, a la gratitud pública y merecen también se les levante estatuas. En medio de tantas desventuras nos consuela la idea de que un país que tiene todavía patriotas como los que forman la junta para la erección de la estatua a Duarte, no puede estar perdido. Lo que han hecho los héroes recordados por esos hombres tienen ellos el derecho de hacerlo también, y su noble y sublime ejemplo serviría en la Patria de estímulo para reanimar el verdadero espíritu nacional, tan amilanado por la implantación del despotismo.”
Algunas imprecisiones. En las apreciaciones del general Luperón se advierten algunas inexactitudes, pues si bien es verdad que Núñez de Cáceres proclamó la independencia de España, que resultó ser de muy corta vida (aún cuando esa no fue su intención), no lo es menos el hecho de que no tuvo tiempo de crear una República, es decir: no le fue posible fundar un Estado nación en sintonía con la tendencia entonces en boga en diversos pueblos de Hispanoamérica que desde 1810 habían emprendido el camino hacia la emancipación y la independencia. Tampoco pudo conformar un gobierno, un gabinete, ni tuvo tiempo de crear los clásicos tres Poderes inherentes al Estado moderno de conformidad con Montesquieu: el legislativo, el judicial y el ejecutivo. Por tal razón fue que el historiador García, y con él los tratadistas posteriores de la primera mitad del siglo XX, asentaron el hecho de que la República Dominicana fue creada una sola vez, y ese trascendental acontecimiento tuvo lugar el 27 de febrero de 1844.