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“Rosana ven, Rosana ven…”

Uno puede esperar la albura en el tintineo de la amanecida, un nuevo año es esperanza de cambios, arraigo sonoro de un pájaro que canta en la rama más alta, cuando los abrazos y besos nos limpian la mañana, uno puede tejer brevemente una imagen querida sobre la piel del tiempo ardida, uno puede tomar de la mano a la mujer que ama, y brindar por la vida, donde el vino nos abisma, y un bocado de nubes parpadea en el cielo, su envoltura de lluvias y azulejos de primaveras. Uno puede decir que lo dijo antes, y que no pudimos reembarcar los amores, que el tiempo trépidante nos vence, que el futuro fue cosecha pasada, otra vez, que la vacuidad nos abate, que se deshace el eje ilusorio y nos calcina el artilugio de los días. Pero no nos puede impedir la florescencia del instante, ese apego a la eternidad del sueño que somos y que nos crea. Llega un nuevo año y el universo es una titilación, un gemido constante, una nostalgia del fulgor y la maravilla de vivir lo que hemos vivido, ese avispero de silabas y bellezas, que puede revocar esa niebla a tientas de la tristeza mas obsesa.

Es entonces, cuando en el jolgorio, la canción de Silvio Rodríguez irrumpe el desamor y cubre las heridas del alma, en una expresión artística de calidad y música prorrogada en la anchura de la noche. No sabemos quién es Rosana, pero el cantor le escribe con ternura una despedida que cubre las heridas, la emplaza desde un surtidor de imágenes hermosas, y de súbito todos estamos llamando a Rosana, la de Silvio. “Rosana ven, ya te estoy recordando Rosana, aunque te hayas ido, y una estrella que brilla mañana es lo que te he querido.

Ya te estoy recordando, elegida, como un reo en la sombra resucita el color de la vida, lo acaricia y lo nombra. Ni un centavo te cuesta este beso, pues mi alma lo paga. Sólo espero lo mismo por eso, hasta el fi n de la saga. Cuando escriban la vida los buenos, al fi nal vencedores, se sabrá que no usamos veneno como aroma de fl ores. Brotará de la sangre ternura, inocencia y espejos donde irán a correr travesuras nuevos niños y viejos. Servirá de señal cada huella de las horas felices. Se sabrá tanto de las estrellas como de cicatrices. Y el camino que emprendas, Rosana, será mejor a veces, porque en otros momentos, cubana, tu llorarás con creces. Ya te vas. Yo me quedo y no atino a saber qué ha pasado. Sólo sé que, por causa o destino, Ya no estás a mi lado...” Esta hermosa canción de Silvio es una rumorosa plegaria de amor que dice muchas cosas, que sugiere y proyecta una visión trascendente del amor cuando la pareja, el personaje, el supuesto, dentro de las líneas maestras del autor, invoca la nostalgia frente a la amante que se va.

Todo luce indicar que se marcha no solamente de la presencia del amante sino de la Patria, el amor se cruza en el camino de la necesidad de emigrar, por ello, el autor le recuerda que ese beso no le cuesta un centavo, no está como todas las cosas del sistema a donde marcha Rosana, en el mercado.

Por eso, Silvio dice que “cuando escriban la vida los buenos, al fi nal vencedores, se sabrá que no usamos veneno como aroma de fl ores”. El autor no tiene dudas de que al fi nal la vida, o sea la historia de estos años de lucha y sacrifi cio, la escribirán los buenos. Aquí la canción le otorga sentido de permanencia al juicio de la posteridad por los años duros de la utopía. Él cree en el renacimiento, en un destino esplendente luego de las guerras y el caos, su optimismo es cimbreante, y dice que “brotará de la sangre, ternura, inocencia y espejos donde irán a correr travesuras nuevos niños y viejos”. Silvio canta al porvenir desde una perspectiva de vida y felicidad.

La canción consolida la idea de que al fi nal, a Rosana, le servirá de señal cada huella de las horas felices y se sabrá entonces tanto de las estrellas como de las cicatrices. O sea tanto del amor como del dolor y las penurias. Pero donde la canción adquiere una connotación clara con la realidad y el contexto histórico, es cuando recrimina parcialmente la decisión de Rosana de irse de su lado y su país, porque el camino que ella emprenda, “será mejor a veces, porque en otros momentos, cubana, tú llorará con creces”. Y le dice que, “ya te vas, pero yo me quedo, y no atino a saber que ha pasado. Solo sé que por causa o destino, ya no estás a mi lado”.

El fi rmamento es solsticio y barcaza de astros dormidos, la memoria, un implante de camino desandado, una lagartija que trepa sobre un arcabuz.

El nuevo año 2018, se llena de promesas y empeños nobles. Fuera del recinto el mundo estalla en alegría y esplendor. Y yo me quedo oyendo a Silvio llamando a Rosana. Y en ella, a la nostalgia invicta que balbucea en la poesía de este formidable canta autor cubano y universal.

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