MI ATRIL
Hay que proteger los jóvenes

Mientras en países como Canadá hay preocupación porque la población envejeciente supera la de los niños y situaciones similares ocurren en naciones europeas, República Dominicana cuenta todavía con una base poblacional altamente joven.
Los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas ubican en alrededor de 34% la población entre los 15 y 34 años en el país, lo que constituye una fortaleza.
Esos jóvenes son la esperanza de un futuro que por momento se torna gris y en ellos descansa la responsabilidad de lograr las transformaciones que permanecen truncas en diferentes ámbitos de la vida nacional, en espera de que algún día se hagan efectivas.
Los muchachos tienen herramientas para lograrlo si hacen suyos los recursos positivos que pone en sus manos la sociedad moderna de hoy, dominada por la tecnología, el conocimiento y la información.
Pero esas facilidades traen también tentaciones que les llevan a querer vivir la vida con mucha más prisa que lo aconsejable. Las consecuencias se visualizan en las estadísticas de mortalidad y morbilidad, la mayoría prevenibles.
El consumo de alcohol y las altas velocidades están dejando las secuelas de altos índices de muertes por accidente de tránsito, donde los jóvenes ocupan puestos importantes.
A esto se suman combinaciones de sustancias como las drogas, bebidas energizantes y potenciadores sexuales, estos últimos creados para tratar la disfunción eréctil en hombres adultos, pero que para sorpresa de las casas farmacéuticas los mayores consumidores son los jóvenes.
Publicaciones de Listín Diario bajo el título de “Cóctel de la Muerte”, dejan ver claramente las lesiones cardiacas, cerebrales, emocionales y metabólicas que ya se ven con frecuencia en los servicios sanitarios.
Si fuera el propósito, la lista de culpables sería inmensa: El Estado, la familia, la industria, los medios de comunicación, los servicios de salud…en fin la sociedad, pero mientras se determina la responsabilidad, más jóvenes lo asumen como moda, enferman y mueren.
La problemática invita a la auto reflexión; a que se recojan las decenas de programas y recursos dirigidos a jóvenes dispersos en cada institución; a ser enérgicos en la aplicación de leyes y empezar a aplicar estrategias que permitan lograr soluciones reales, no anuncios que surjan fruto de la presión mediática, que se quedan en el papel.
Es hora de cuidar el valioso recurso de la juventud, que cuando se marcha no regresa.