FE Y ACONTECER
Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados y yo los aliviaré

XIV Domingo del Tiempo Ordinario 9 de Julio de 2017 - Ciclo A
a) De la profecía de Zacarías 9, 9-10.
Al igual que Ageo, su contemporáneo, aunque más joven que éste, Zacarías participó en la “restauración” del pueblo de Dios y del Templo, cuando en el año 520 a.C. regresaban de Babilonia los judíos. Zacarías considera la reconstrucción del Templo como un símbolo; un tiempo nuevo ha empezado y Yahveh se prepara para el día de la trascendental salvación. Las visiones, que son ocho y que ocupan los seis primeros capítulos, enseñan a los judíos reunidos en torno a su Templo, que deben esperar, atentos, el día de Yahveh. El profeta anuncia una liberación del pueblo después de una prueba muy difícil. Un Pastor misterioso (otro nombre del Mesías) logrará esta liberación cuando, rechazado por su pueblo y muerto por él despierte en ellos sentimientos de arrepentimiento.
Esta primera lectura hace pensar en los Cantos del Siervo de Yahveh del profeta Isaías, pues contiene el anuncio del Mesías humilde: “Alégrate, hija de SiónÖ mira a tu rey que viene a ti, justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica”. Con esta asombrosa sencillez se sintetiza un cúmulo de profecías mesiánicas, pero hay algo que llama la atención, Zacarías identifica al rey con los “anawim” (los pobres de Yahveh) y lo anuncia cabalgando sobre un asno, y se hace difícil comprender el triunfo de ese rey que es presentado de forma tan extraña. Sin embargo, siglos más tarde, en la era mesiánica, un nazareno llamado Jesús entrará en Jerusalén como lo presenta este profeta y, a excepción de unos niños y de algunos “humildes”, de los suyos, nadie entenderá aquel gesto, realizador de las profecías y más elocuente que cualquier otra palabra. Aquel nazareno era el Mesías y al mismo tiempo el Siervo Paciente de Yahveh, que de esa manera iniciaba la etapa final de su vida.
b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 9, 11-13.
En este fragmento, Pablo usa la palabra “carne” para referirse a la naturaleza humana sujeta a las tendencias pecaminosas. El hombre carnal expresa la condición natural del ser humano irredento, dejado a sus propias fuerzas, sumido en la debilidad y el pecado, lejos de Dios y abocado a la muerte. Y “espíritu” describe la fuerza de la vida nueva del hombre liberado, redimido y ya desde ahora resucitado en el bautismo con Cristo por el mismo Espíritu que resucitó a Jesús, que nos purifica y nos salva. El hombre espiritual es el ser humano renovado por la gracia de Dios y la acción de su Espíritu.
La antítesis “carne” y “espíritu”, es empleada para diferenciar al ser humano que vive alejado de los demás y el que vive guiado por el poder del Espíritu. La carne conduce a la muerte y el espíritu a la vida eterna en Cristo. La vitalidad de la vida cristiana viene por la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo que habita en el corazón de cada bautizado.
c) Del Evangelio de San Mateo 11, 25-30.
En este evangelio, Jesús establece claramente la compasión y sencillez de su espíritu. Primero expresa una plegaria de acción de gracias a Dios por su manifestación a los sencillos: “Te doy gracias, PadreÖ porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor” (vv.25-26). Su anuncio sobre el Reino, el amor del Padre y su plan de salvación, sobre la paternidad de Dios y la fraternidad no se comprende por vía de la sabiduría humana sino por revelación de Dios que se concede a la gente sencilla y se niega a los sabios y autosuficientes.
La invitación y llamada de Cristo a la liberación y al descanso: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré” (vv. 27-30). Parece lo más acertado responder, que este mensaje de liberación y descanso es la alternativa de Jesús al yugo insoportable del formulismo estrecho con que letrados y fariseos explicaban y aplicaban la Ley, pero, además, cansados y agobiados son todos los que sufren en la vida por cualquier razón, son los pobres de Dios a quienes Jesús dirige su Buena Noticia.
El yugo de Cristo es llevadero y su carga es ligera en contraposición a los insoportables y pesados fardos que los escribas y fariseos cargaban sobre los hombros de la gente. Según Jesús, para comprender el misterio de Dios, la gente sencilla tiene ventaja incluso sobre los mismos teólogos, si éstos son tan sólo sabios autosuficientes, poseídos de su orgullo doctrinal. Los creyentes del pueblo sencillo son capaces de captar la trascendencia de Dios, porque también ellos son la Iglesia, depositaria de la elección y revelación divinas.
Más todavía, estos pobres en el espíritu que, vacíos de sí mismos, se abren a Cristo y a los hermanos, son los preferidos del Dios sorprendente y paradójico de la historia bíblica que invierte nuestras categorías humanas. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”; y Él prefiere hacerlo, según la constante bíblica, a los humildes y sencillos, sean sabios o ignorantes. Se explica así que a veces encontremos gente sencilla, sin estudios ni preparación intelectual, pero de una gran fe, que comprende vivencialmente las cosas de Dios.
El cristiano accede por la fe a una sabiduría superior que es el conocimiento de Dios. Dios confunde la sabiduría y el poderío humanos, sin que esto signifique preconizar la ignorancia y la holgazanería en la construcción del Reinado de Dios en el mundo. La fe es una clase especial de sabiduría, pues no es ciencia sino creencia, y por lo mismo su objeto no está al nivel de lo visible y demostrable, sino en el plano de la experiencia vivencial, de la comunión y de la opción personal.
Toda la experiencia religiosa de la fe cristiana pasa por Cristo que es el revelador del Padre y el camino hacia Él. La sabiduría y ciencia de Dios se revela personificada en Jesús, Palabra de Dios al hombre, y radica en el misterio salvador de Cristo, manso y humilde de corazón, quien siendo Dios se humilló hasta la muerte por amor al hombre. Su cruz gloriosa es escándalo y locura para los sabios y poderosos de este mundo, pero sabiduría de Dios, bendición y salvación para el discípulo, para el bautizado adulto en la fe que, guiado por el Espíritu Santo, ajusta su vida al querer de Dios.
Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.
