PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Cuatro lecciones perennes de los concilios de la antigu¨edad

Acabamos de recorrer los cuatro grandes concilios cristológicos de la antigüedad. De la mano de J.I. González Faus, Vol II, 1974, La Humanidad Nueva, vamos a sacar cuatro grandes lecciones para nuestra vida y pensar.
La Iglesia está llena de hombres y mujeres que se dicen cristianos, porque creen que hay un Dios, pero la gente que mató a Jesús, ¡también creía en Dios! Cristiano es aquél que cree que Jesús es el Cristo de Dios (Hechos 11, 26). Los cristianos creemos que Dios se nos ha revelado y acercado definitivamente en Cristo. Es decir, Jesús es tan divino como Aquél a quien él llamaba “Padre”. Si Jesús no es Dios, como lo sostenía el hereje Arrio, entonces no nos ha sido dada en Jesús ninguna salvación, ni conocemos nada de Dios, ni tenemos ninguna orientación sobre el sentido de nuestra vida y nuestra historia. Pero la tradición y la Escritura de la primera comunidad nos enseñan que en Jesús hemos conocido a la divinidad.
La entrega de Jesús destruye el egoísmo, y en verdad “muriendo destruyó nuestra muerte” y al resucitar nos ha dado una nueva vida. Ése que sufrió por amarnos es divino. En verdad, uno de la Trinidad ha padecido por nosotros. Dios no se salva donde lo humano perece. Jesús nos revela hasta qué extremo llega el amor de Dios. El Hijo no se aferró a su divinidad, sino que se anonadó [se volvió nada] asumiendo la condición de siervo, obediente hasta la muerte y muerte de Cruz, por lo cual el Padre lo exaltó (Filipenses 2, 5- 8). La muerte en Cruz del Hijo es lo más bajo que puede llegar Dios, pero en esa oscuridad profunda de descalificación, dolor y abandono, resplandece la luz de su divinidad.
2.Si Jesús no asumió una humanidad como la nuestra, como lo defendía el hereje Apolinar, ¿qué sucede? Si Jesús no era humano como nosotros, en todo, menos en el pecado, entonces no nos ha salvado a nosotros. Lo que no ha sido asumido, no está salvado. Es esta realidad y esta humanidad que Cristo ha salvado asumiéndola. Huir de la realidad es desesperación, y nunca será afirmación del Cristo, que puso su tienda entre nosotros (Juan 1, 14). A los cristianos nos toca asumir todo lo humano, para transformarlo. Nada de esconderse en los templos, adentrémonos como el Cristo en la historia.
3.Si la humanidad de Jesús no es “de Dios”, de la misma manera y medida que mi propio ser es mío, como enseñaba el hereje Nestorio, entonces no se ha realizado plenamente la divinización del ser humano, ni ese Jesús que predicó y curó era verdaderamente Dios. Pero el Hijo es quien es sujeto en Jesús, esta humanidad nuestra ha sido transformada para siempre al ser asumida por él. En Dios, hay Uno de quien todo procede, y hay también Uno que puede sustentar y asumir como suyo propio “lo otro de sí”. Ese sujeto que afirma lo humano en Jesús, es el Hijo de Dios. El cristiano está abierto radicalmente a lo diverso y no fabrica muros, sino puentes.
4.Finalmente, en Jesús, si nuestra humanidad no es de Dios, en cuanto humanidad y permaneciendo humanidad con todas sus fragilidades y limitaciones, entonces Jesús no ha salvado lo humano, sino a otro ser. Por eso Eutiques, el hereje, se equivocó, porque Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. Calcedonia es “a la vez, la afirmación del hombre a partir de Dios y la afirmación de Dios solo en el hombre.” Tan equivocado está, quien cree honrar a Dios olvidando a la humanidad, como quien pretende desarrollar lo humano olvidando a Dios. El primero adora a un ídolo; el segundo acabará endiosando su bolsillo o su partido.
El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do
