Contener el optimismo de las visitas
Toda iniciativa encaminada a mejorar el empleo y el ingreso en las zonas rurales es bien recibida. Mejorar la calidad de vida de la población del campo es obligación de todo gobierno. En las zonas rurales vive la tercera parte de la población dominicana y de esta el 46% es pobre, y el 14% es pobre extremo.
Aunque el crédito es una herramienta importante para alcanzar metas y propósitos como los precedentemente citados, el crédito sin asistencia técnica adecuada es un riesgo. Las cifras de las visitas presidenciales de los domingos a los productores agropecuarios, han iniciado un concepto de asistencia económica a todas luces insostenible. Sin embargo, es obligado recordar que el número de visitas (161) y el monto (RD$3,600) es un magnífico dato, pero debe analizarse con realismo. El presidente Medina exige en voz alta y sin ambages que es necesario devolver el dinero prestado a costo bajísimo, muy subsidiado y, pese a ello, el retorno se hace difícil. La asociatividad misma recibe trabas y solo se benefician, la mayoría de las veces, las “directivas”, dado que la rapidez de la entrega de fondos con el menor esfuerzo de investigación de los dirigentes, aún reforzado el control en los desembolsos por parte del Palacio; también el poco seguimiento a la administración y gestión del dinero, no hay dudas que lo debilitan. Hay sectores de la oposición política que querrán su desaparición, pero al exponerlo a un proceso de crítica constante o de degradación por deficiencias a corregir, es igual de eficaz.
Es inusual hacerse una dura autocrítica sobre el papel que juega esta iniciativa presidencial, pero la supervisión estricta del manejo ha estado por debajo de las expectativas. Casi cinco años después del inicio, repito mi especulación, producto de las vivencias comarcales del Presidente, aún no hay una recuperación de estos préstamos dados a tasas casi cero y con años de gracia para devolverlos. Pocos han cumplido y el riesgo de pérdida es alto porque no hay sujeción a garantías ni hipotecarias ni prendarias lo que evidencia una caída en el optimismo, un impacto negativo para los beneficios que generaría. Es decir, las perspectivas de futuro son negativas pues la certeza de esta estrategia de prioridades para el campo correría la misma suerte de otros apoyos directos.
Para confirmar el aserto, conviene a veces mirar lejos para atrás. Miremos las 30 factorías de arroz entregadas a parceleros de la Reforma Agraria; o las parcelas mismas, luego vendidas. No son excepciones aisladas, sino un problema sistémico con el hombre rural: “A caballo dado, no se le mira el diente”, dice el aforismo. Pero no solo es el campesino, los empresarios y agroempresarios gozan de esta complacencia.
El relativo optimismo de los gobiernos, y debemos sumar el impulso atávico de los presidentes dominicanos, de permanecer en el cargo tiene algo de desmemoria, lo que nos permite hacer estas comparaciones completamente rigurosas.
Conviene pues, hacer una experticia de la factoría arrocera de Limón del Yuna, la cooperativa de vegetales de La Vega, el Complejo Agroindustrial, El Pozo; las tilapias de Barahona y la Bombita de Azua; los conejos de San Juan y de Mao; los peces de Navarrete; las lechosas de Neiba; productores de aceite de coco de Samaná; los pollos de Los Alcarrizos, entre otros. Pienso que se requiere más realismo y menos euforia. Es por ello que sugiero al presidente Medina una parada evaluadora para que el realismo le permita reconocer los resultados.
