Opinión

VIVENCIAS

El día después

Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

El historiador francés Joseph Ernest Renan advertía que los golpes de la adversidad son muy amargos pero nunca estériles. Esto viene a la consideración por un caso narrado por su protagonista en el que por tomar una decisión importante en su vida profesional sobre una sociedad que decidió no continuar, se le quiso hacer creer que no podía valerse por sus propios medios y meritos.

Para darle mayor énfasis a esta afirmación el que lideraba la sociedad profesional expresó utilizando un símil aplicado al saliente socio efímero, y haciendo gala de su lucida inteligencia y mente sectaria, que los planetas no tienen luz propia, sino que reflejan la luz que reciben de una estrella, y que además giran sobre sí mismo y alrededor de esa estrella. El mensaje estaba claro pues el prominente socio dejaba entrever que fuera de esa sociedad no había posibilidad de progresar ni económicamente y mucho menos intelectualmente. Este intento de minusvalorar al otro sirvió para considerar seriamente el reto que tenía por delante el abochornado.

Se dice que un hombre es amigo de otro hombre cuando el primero descubre su intimidad al segundo. Desde otra perspectiva, los juicios de valor que se hacen sobre las personas tienen que estar fundamentados en un criterio objetivo y no en suposiciones. Frente al mundo desconocido de las eventualidades, lo prudente es pararse, cerrar la boca y expresar yo no sé nada.

A esta situación que se narra se le puede denominar como una verdad de superficie que solo tiene valor para quien la proclama. Y luego viene el día después, con el pasmo que trae, y las contingencias que presenta.

Sin duda, el tiempo se encarga de poner cada cosa en su lugar. El día después la estrella que reclamaba para sí la luz propia ha quedado relegada en su pasado, en cambio el planeta ha seguido su curso sin pretensiones, pero con la mirada fija en su destino signado por la gracia de Dios.

De lo expresado se extraen dos aspectos a considerar. El primero que la adhesión intelectual a una persona es un error. Por otra parte, en las cosas evidentes la voluntad no interviene, simplemente hay que actuar con coraje y enfrentar el futuro con responsabilidad.

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