Tiempo para el alma

“… Buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás”. Fil. 2: 1.

En una bellísima carta llena de amor y de reconocimiento de la obra y el sacrificio de Jesús, desde prisión Pablo escribe a la comunidad cristiana de Filipos acerca de la humildad y de la misericordia.

En otras palabras, les habla de la esencia del ser, de lo que realmente es valioso, de lo que perdura. Los llama a vivir “con afecto entrañable”, o en otras traducciones, “en toda entrañable compasión”. Si Pablo tuviera que escribir nuevamente una carta hoy, no a los cristianos de Filipos, sino a los cristianos del mundo, esta exhortación cabría por igual: no buscar el interés personal, sino el de todos, es más, él plantea algo mayor, un desprendimiento del propio “yo”, excluyéndolo del resto de la colectividad, al decir “el de los demás”, como Jesús, que se despojó de sí mismo para entregarse al más grande sufrimiento, a la más grande humi llación para buscar el bien de los demás, un “demás” en el que aún cabemos los de hoy y en el que cabrán los del futuro.

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