Los niños, ¿indefensos ante el cáncer?

Los días inician en un instante.

A veces al abrir los ojos para emerger del sueño.

Otras, al recibir el impacto de un algo que estremece la consciencia.

Entonces se tiene la certeza de vivir poblando el mundo, de ser un ciudadano de la tierra.

Los niños despiertan a los días en circunstancias diferentes. A decir verdad, el mundo para ellos es trampa y señuelo. Envueltos en las modorras de sus ñoñas monerías sus ojos no otean amenazas ni peligros. Mientras más pequeños, más ternura y más derecho a la cálida protección, a la alegría de verlos ser sin otro propósito que el de acompañar sus pasos por estos días que les han sobrevenido sin saberlos, sin haber ido tras su encuentro, un regalo extraordinario envuelto en el celofán del riesgo, de la vida.

Están amenazados. Aunque lo ignoremos, carentes de la plenitud de la consciencia. Están expuestos a amenazas sobre cuya existencia los mayores vivimos tan ajenos que sorprende que les llamemos hijos. La paternidad provee, cela, protege y conduce.

Para los niños no hay pesar. No despiertan a los días sobrecogidos por la depresión ni la pesadumbre.

Fantasmas, succionan el ánimo y engullen el entusiasmo para dejar seca y ensombrecida la sonrisa, perdida la mirada, ajena la voluntad, desvalorizada la vida… Es la alarma de la Organización Mundial de la Salud. Igual que esta noticia. Inaugura el día hundiendo su clavo de ácida madera: “Aumenta la incidencia de cáncer en los niños”.

¡Dios mío! Hay que traer este sufrimiento encima como fuelle al horno del herrero.

Sin abandonarlo para poder decir, fuerte —si pudiéramos escuchar estas grafías—, ¡padres, madres, parientes, escuelas, atención, algo pasa! A este tipo de llamado respondió la Asociación de Padres de España.

“Cada año se diagnostican cerca de 1.400 nuevos casos de niños con cáncer en España”, dijo. En la Península, el “cáncer más frecuente en los niños es la Leucemia (25%), seguido de los tumores del Sistema Nervioso Central (19,6%) y los linfomas (13,6%), según el Registro Nacional de Tumores Infantiles”.

Aunque escuchamos que la tasa de supervivencia es del 80%, el 20% de niños con cáncer que morirá es el que atrapa la vista, la hunde en su territorio de naufragios: 2 de cada diez morirán. Al susto se suma la tristeza.

En los Estados Unidos, la situación fue, hasta el 2014, como sigue y dice el Instituto Nacional de Cáncer de ese país: en 2014 se estimó que “15,780 niños y adolescentes con edades entre 0 y 19 años” recibirían “un diagnóstico de cáncer y 1960 morirán a causa de la enfermedad”.

Si hay personas indefensas en el mundo son los niños. Especialmente los más pequeños.

Los índices de supervivencia están en aumento en las naciones en desarrollo gracias a mejores métodos de diagnósticos y tratamiento, se ha dicho.

La mortalidad por cáncer en niños ha caído en más del 50% en los últimos diez años. En ese logro se indica con propiedad el rol de la mejora de métodos de diagnóstico, tratamiento y atenciones médicas. ¡Mejores atenciones médicas! Ante lo que produce el mal se avanza como en medio de la neblina.

La ciencia no ha podido establecer causales generales para la incidencia de cáncer en niños.

Se habla de predisposiciones congénitas o hereditarias en apenas un 5% de su incidencia. También se asocian ciertas condiciones de vida y la exposición a la radiación.

Nada, sin embargo, es concluyente.

Al fi nal, la afi rmación es teorética: “Se piensa que la mayoría de los cánceres en los niños, así como en los adultos, surgen como resultado de mutaciones en genes que causan un crecimiento celular descontrolado y por último cáncer”.

Datos a cotejar con la realidad: “El cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo; en 2015, ocasionó 8,8 millones de defunciones.

Casi una de cada seis defunciones en el mundo se debe a esta enfermedad” y cerca del 70% de sus muertes ocurren en países de ingresos medios y bajos. (OMS) ¡Países de ingresos medios y bajos!, he ahí el dilema. Extensivo a los casos de cáncer infantil.

Queda a la vista la injusticia, haciéndose cáncer. En tanto, la incidencia de cáncer infantil crece en los países desarrollados y su mortalidad reduce signifi cativamente.

En vía contraria, la revelación alarmante: si la mortalidad por su causa desciende tan signifi cativamente en las naciones de ingresos altos, su tasa de mortalidad actual está siendo alimentada por su nivel de incidencia en las naciones de ingresos bajos y medios (!).

El cáncer es una enfermedad catastrófi ca. Su incidencia en infantes creció 13% en los últimos 20 años. Sobre sus causales los expertos ponderan la mejoría en los métodos de detección, las infecciones y sustancias ambientales como pesticidas y radiación, entre otros.

Situación que obliga a proteger a los niños y revela el valor del programa de vacunación contra el papiloma humano que se llevará a cabo en las escuelas para evitar cánceres cervicales, orales y faríngeos. Y lo valioso del Programa de Medicamentos de Alto Costo del Ministerio de Salud Pública.

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