Vía crucis y conducta

El nuevo vía crucis para la nueva evangelización propuesto por Juan Pablo II, en la Tercera Estación en la que Jesús es condenado a muerte por el Sanedrín en su meditación nos dice que se trata de un tribunal, signo de la justicia, que actuó injustamente condenando al justo, haciendo culpable a la inocencia, condenando a muerte falseando el testimonio, quitando de en medio al que interpelaba desde la coherencia y limpieza de vida, y esto ha sido y es actitud frecuente.

Esto último es una constante en la época actual porque casi nadie acepta que alguien sea capaz de mantener una conducta seria e invariable durante su vida sin dejar que nadie afecte su dignidad como persona.

Se dice que del dicho al hecho hay un largo trecho. Procede aplicar este refrán en aquellas situaciones que se presentan a cada momento en que alguien debe tomar la decisión si de sucumbir a la falta de sensibilidad social o de asumir una postura digna ante la injusticia.

Lo penoso en esta vorágine de manejos inadecuados en la conducta humana es el número cada vez más creciente que se incorporan a ella. Esto ha conducido a poner en práctica un precepto bíblico bastante fuerte que aparece en Jeremías (17,5) sentenciando: “Maldito el hombre que pone su confianza en otro hombre”.

Hay dos aspectos a considerar en esto, la conformidad y el conocimiento propio. De su parte, la conformidad nos hace seres insensibles ante el sufrimiento humano. El conocimiento propio permite ahondar en nuestras miserias para hacernos encontrar la verdad que por lo menos sirva para que enderecemos nuestra vida.

Es importante el continuo análisis de lo que pasa en nuestra vida, diría monitorear desde la propia conciencia las acciones que afectan el desarrollo de la personalidad y que puedan convertirse con el transcurrir del tiempo en vicios que bajo la apariencia de la virtud hagan creer que estando entrelazados son la razón de nuestra existencia.