REFLEXIÓN DEL ALMA
Callejón con poca salida
La vida es difícil y complicada, tenemos que comprenderla, consciente que nada es fácil en la existencia humana. El tiempo transcurre sin poder advertirlo; no obstante, solamente a través de las buenas actuaciones podemos salvarnos de los reveces que se producen al vivir. Existe un adagio que dice: AL MAL TIEMPO BUENA CARA. Es un buen decir; considerando que con buenos deseos de seguir adelante vivencialmente, podemos lograr lo deseado, mientras el amargado, es tan negativo que le es imposible continuar con sus propósitos evolutivos, si acaso los tiene, porque el triunfo se le escapa de las manos. Tenemos que pensar que los niños tanto en las casas como los que tristemente deambulan por nuestras calles, los buenos ejemplos los animan a continuar sus vidas.
La niñez es muy importante en estos tiempos convulsos que vivimos, en el presente es aún más necesario orientar a nuestra infancia, porque en el pasado la vida no era tan agresiva como hoy día; de manera que ellos pueden copiar lo que miran, y nadie con conceptos y corazón puede desear un mal para la infancia nuestra, que aunque no crecerá con la inocencia del pasado, eso no quiere decir que no sea buena; y en tierra fértil es más fructífero sembrar que en donde nada se prenda. Tenemos y debemos de creer en nuestra infancia paupérrima. Pobrecita, hay que saber que las mayorías son unos infelices hasta por descendencia; incluyendo innumerables razones que hieren sus almas, como de las personas sensatas y humanas. Es difícil enumerar un callejón sin salida, porque desdichadamente en nuestro país existen grandes cantidades de ellos, de los materiales son toneladas, aunque no tan delicados como los humanos, ¡éstos si que son muy dolorosos! La infancia paupérrima está siempre demasiado desprotegida; empezando porque una buena parte de ella es huérfana, porque vivir con padres que no se ocupen de sus hijos, por ignorar siempre dónde se encuentran, lo que hacen, y lo que comen para alimentarse; añadiendo con quienes se reúnen, porque no todos sus amigos son de fiar, a sabiendas que una mala res pierde un ganado.
Dios ayuda a nuestras gentes paupérrimas, en especial a la triste niñez desprotegida; hablo en estos términos, consciente que grandes cantidades infantiles viven a la buena de Dios, porque están solos en nuestro mundo, que es precisamente a donde más nos duelen.
Dominicanos, es urgente ayudar a la infancia sin ninguna protección, y cuando insisto en ninguna, hablo también del de amor; muchos de sus padres andan perdidos, unos alcoholizados, otros drogados, sin siquiera acordarse que dejaron en sus chozas a unos pequeños que son su sangre, que los requieren, por tener hambre, frío y necesidades de amor de sus padres ausentes. ¡Dios mío, cómo puede existir tanta tristeza, en una tierra tan bella como la nuestra! A pesar de que la belleza más grande, consiste en la mejoría de nuestra gran pobreza, tanto la de los envejecíen- tes como de nuestra triste infancia, quienes son los hijos pequeños de nuestra amada patria, en quienes recaerá la responsabilidad de nuestra amada tierra, en un futuro cercano.
Para esa gran tarea todo dominicano debe de prepararse con inmensa responsabilidad para enfrentar lo más urgente de nuestra amada patria, que es inmenso. El Señor lo conoce y con la necesaria fe en Jesucristo seguiremos avanzando por la vida hasta lograr lo deseado, con preferencia a una gran fe en el Señor. Qué Dios nos bendiga a todos y nos libre de todo mal. Solamente así nos libraremos de vivir en un callejón sin salida.