EN LA RUTA
Adiós maestro
En dos oportunidades esta columna se prestigió al referirse al extinto don Rafael Molina Morillo. La primera en 2014, haciendo mención de una de sus muchas genialidades y la segunda, al año siguiente, destacando el reconocimiento que por su trayectoria le hiciera la edición correspondiente de la Feria Internacional del Libro.
Al igual que en aquellas ocasiones, aunque hoy embargado por la tristeza de su partida, repito lo que dije de quien fuera entre otras cosas, director de El Nacional, de la Revista Ahora, del LISTÍN, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa y hasta el momento de su fallecimiento director de El Día: Un hombre bueno, coherente, culto, solidario, de exquisito trato y poseedor de un estilo elegante que combinaba profundidad, vehemencia y fino sentido del humor.
Su muerte, acaecida el pasado domingo, justo dos días luego de su cumpleaños 87, pero con una lucidez y espíritu que ya hubiesen anhelado muchos jóvenes, es un duro golpe a libertad de expresión de la cual fue un histórico paladín, así como al buen ejercicio del periodismo y la comunicación.
Y es que, abogado, escritor, diplomático, productor de radio y televisión, pero por encima de todo periodista, Molina Morillo ejerció la profesión de una manera proba, decente, responsable, digna, valiente y respetuosa.
Aparte de su afecto, distinción y consejos, al doctor Rafael Molina Morillo le agradeceré siempre que hace mas de una década, y siendo yo más de desconocido que ahora, me abrió las puertas de su medio y durante un tiempo pertenecí con orgullo al staff de opinión del periódico El Día.
Como una muestra de su humilde grandeza recuerdo cuando tempranito en la mañana de 5 de mayo del 2015, me llamó para agradecerme algunas consideraciones expresadas sobre su persona en esta Ruta, a lo que solo atiné a decirle que quien debía agradecerle era yo, y no tanto por mí, sino por sus invaluables aportes a la consolidación democrática y las útiles contribuciones que diariamente hacía en su esperada columna “Mis Buenos Días”.
Por eso, y en momentos en que el periodismo luce amenazado por la improvisación, lo chabacano, la agresión al lenguaje, las debilidades éticas y cualitativas, el legado de don Rafael debe servir de guía y compromiso. Adiós maestro, descanse en paz y gracias por tanto.