Terminó el tiempo de Maduro

Venezuela, que junto a Costa Rica y Colombia, exhibían las más larga tradición democrática, a pesar de que en el artículo 2 de su Constitución, se declara un “Estado Social y Democrático de Derecho”, de caricatura con Chávez, ha pasado a apenas una parodia pésima con Maduro.

Se había visto que el Ejecutivo disolviera y usurpara las funciones del primer poder del Estado, el Legislativo, como sucedió con Fujimori en Perú, incluso en República Dominicana cuando el Consejo de Estado asumió funciones legislativas, luego de la destitución del profesor Bosch.

Empero, es difícil encontrar ejemplo en que la Justicia, un poder que no es elegido por el Soberano “destituya” al Poder Legislativo cuya primera misión es fiscalizar al Poder Ejecutivo que, en la sentencia del TSJ de hace unos días, ni se menciona.

El Tribunal Supremo de Justicia, cuyas atribuciones se definen en el artículo 253 y siguientes, de su Constitución, en ninguna parte le atribuyen a dicho órgano sustituir al Poder Legislativo: la potestad de administrar justicia emana de los ciudadanos o ciudadanas y se imparte en nombre de la República por autoridad de la ley, establece.

Venezuela, que hace años dejó de ser una democracia, ahora es hazmerreír del mundo, no por lo que está haciendo el Ejecutivo a través de los órganos ilegítimos que controla, sino porque en su inobservancia más absoluta de las reglas democráticas, pretende, que le crean: pocas veces en la historia de la humanidad la incompetencia y la ignorancia, han tenido más alta expresión que en el presidente Maduro.

Imagínense, hasta Rusia, que nunca ha conocido la democracia, pretende ahora dictar pautas en ese bochorno continental, en el país de Rafael Caldera y de Rómulo Betancourt.

La Democracia, que Churchill definía como el mejor sistema posible, se basa en la Soberanía Popular, de donde emanan los poderes públicos y, en este caso, el Congreso venezolano fue votado en unas elecciones libres que la oposición ganó ampliamente en contra de vientos, mareas, presiones y trampas.

Ella se funda, en la separación de poderes de donde deviene, como expresa en su artículo 4, nuestra Constitución del 2010, en que ningún poder puede atribuirse las funciones del otro, como pretende hacer el Tribunal Supremo de Justicia allí: el fundamento de la democracia es la independencia de los poderes públicos.

La democracia se fundamenta, además, en la legalidad y legitimidad de las autoridades, en que gobierna, la mayoría con respeto de las minorías. Sólo en un Estado que perdió el Norte hace tiempo se da el despropósito de que un Poder del Estado, que como la Justicia, no es elegido, deponga, al único elegido que exhibe, legitimidad y legalidad.

Venezuela está en el colmo, gobierna la minoría con absoluto irrespeto de las mayorías, que muertas de hambre y desesperadas, se están lanzando a las calles: el resto de naciones del continente, no puede permitir ese desastre.

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