Las pandillas de los coroneles

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LUIS EMILIO MONTALVO ARZENOSanto Domingo

Hace poco se me acercó a mi consultorio psiquiátrico de CEDIMAT en plena crisis de angustia un sacerdote católico atrapado en un verdadero conflicto entre el secreto de confesión (sigilo sacramental) y su conciencia de ciudadano de una sociedad arropada por la delincuencia y la impunidad a todos los niveles.

Era de un pueblo y me contaba que se le acercó un mozalbete perteneciente a una pandilla de delincuentes que dirigía un coronel de la Po- licía destacado en esa zona. Estaba arrepentido de todo lo que había hecho y deseaba salirse, pero sabía demasiado de todas las fechorías cometidas por él y sus compañeros.

Realmente le di la oportunidad de expresarme el peso de conciencia que tenía y me decía que eso sucede en el país entero, sobre todo en los barrios calientes de la capital.

La Policía conoce a todos los delincuentes.

Solamente agarran a los que operan por su cuenta o fuera de ese manto de protección. El resto están protegidos. Basta con observar cada vez que se destapa inevitablemente un maco y sale a relucir un policía activo o un expolicía, no solo de la Policía, sino de otras ramas de las Fuerzas Armadas.

Está pasando lo mismo que viví en la Argentina cuando fui embajador de nuestro país entre los años 2004-2005. Es lo mismo que sucede en otros países de América Latina. Cuando los que nos cuidan están involucrados en el delito.

¡A Dios que nos coja confesados! Esto solo se arregla con una firme voluntad política del Presidente de la República y con una depuración de los cuerpos de seguridad y un digno ajuste de salarios de los que queden como probos de hoja de conducta limpia y diáfana en su carrera militar y policial.

El autor es coordinador de la Unidad de Salud Mental de CEDIMAT.

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