Diplomacia y la política exterior
En la actualidad es un imperativo para los Estados concederle a los asuntos internacionales “el adecuado manejo” que hoy demandan, conforme a los requerimientos de este tiempo, fundamentalmente por la importancia que han adquirido los vínculos de tal naturaleza en el proyecto nacional de desarrollo de cada país.
Esto último se redimensiona por las gestiones y negociaciones de carácter económico y comercial que suelen formar parte esencial del ejercicio diplomático contemporáneo y, asimismo, por el rol que le corresponde a la diplomacia en la cooperación (en sus diversos ámbitos).
En tal contexto, debe precisarse que la política exterior, cuya aplicación se manifi esta por una serie de decisiones que generalmente se ejecutan en el ámbito de las relaciones y canales diplomáticos, debe concebirse, sostiene J. Duroselle, como una actividad continua que, conforme a los correspondientes bien sustentados criterios, asume un gobierno para modifi car situaciones que están fuera de su competencia directa, en la actual dinámica de la política internacional. En el entendido de que esta última, a diferencia de la política exterior, se refi ere a los procesos de interacción entre los Estados (y de éstos con otros sujetos de Derecho internacional), conforme a sus intereses en el ámbito internacional.
Al respecto, según observa E. Vilariño, la diplomacia no tiene existencia separada de la política exterior, y ambas instituciones son interdependientes e interactivas. A lo que el autor añade: La política exterior tiene un carácter sustantivo, “mientras que la diplomacia un carácter objetivo”.
Más aun la diplomacia “no es el fi n, sino el medio; no un propósito, sino un método”.En igual dirección H. Nicholson constata “una y la otra (política exterior y diplomacia) conciernen al ajuste de los intereses nacionales con los internacionales”.
Como referencia práctica, cabe insistir, en que de acuerdo a la legislación interna de cada país suele corresponder al jefe de Estado la formulación y dirección de la política exterior. En este orden la diplomacia es el canal ejecutor, por excelencia, de la política exterior.
Asimismo, es oportuno recordar que la negociación, como instrumento de acción de la diplomacia, se ha convertido en el medio diferenciador “que caracteriza a la diplomacia como distinto de otros medios de acción exterior, como puede ser el uso de la fuerza” (Martínez Morcillo).
Si bien es cierto que los agentes diplomáticos no trazan necesariamente los principios de la política exterior de los Estados que representan, participan sin embargo, en determinada medida, en la formulación o en la modifi cación, de tal política a través de sus (profesionales) informes desde sus puestos en el extranjero (R. Ragala).
Hay que resaltar que los Estados, mediante la ejecución de su política exterior, “profesionalmente manejada”, contando con la planifi cación requerida para ese fi n, pueden llevar al plano de las relaciones internacionales, los objetivos concernientes al desarrollo de la nación, particularmente, y con una importancia de primer orden, aquellos vinculados al “crecimiento económico sostenido y a la superación de la pobreza”.
En tal propósito, deben estar presentes los esfuerzos del país orientados a la consolidación del “estado de derecho y la democracia”, por ser fundamentales “para el afi anzamiento de la ruta hacia el desarrollo nacional” en el ineludible marco de la justicia y la equidad.
Resulta esencial para este ejercicio identifi car con precisión, mediante “amplias y consistentes” labores de investigación y las indispensables periódicas evaluaciones, el rol que debe desempeñar el país dentro de la comunidad de naciones en su conjunto y en los grupos regionales en particular; igualmente con cada uno de los Estados con los que haya establecido relaciones bilaterales, asimismo con los organismos internacionales en los que mantenga representación permanente, en el ámbito de sus relaciones multilaterales.
Como base para ello, debe obtenerse a través de las labores técnicas respectivas un “diagnóstico” sobre la actual realidad nacional; inclusive, tales labores deben precisar, entre otros fundamentales asuntos, el nivel de competitividad de la producción exportadora del país, a fi n de que puedan tomarse las providencias correspondientes (G. Ruales).
Coadyuvan con esta labor las correspondientes (metódicas y periódicas) consultas con las entidades públicas y privadas vinculadas con segmentos de la economía nacional.
Igualmente, en determinadas Cancillerías, los trabajos eminentemente técnicos de los denominados Centros de Pensamiento Estratégico, y asimismo, las Comisiones de Investigación y Prospectiva Internacional.
Debe destacarse de igual modo, que la bien fundamentada formulación de la política exterior del país, así como la forma de asumir la diplomacia y en ello las representaciones que mantienen los Estados en el extranjero, inequívocamente constituyen factores esenciales para la valoración de la imagen y prestigio del país en el medio internacional.
Cabe puntualizar, fi nalmente, tal como sostiene, J. A. De Yturriaga Barberán, en su más reciente obra titulada: Los Órganos del Estado para las Relaciones Exteriores (Escuela Diplomática de España), que en esencia: Diplomacia y política exterior son dos conceptos diferentes que están íntimamente relacionados.
La política exterior “traza las directrices de la acción internacional de Estado” (“Decision Making”), mientras que la diplomacia se ocupa de su ejecución.
El autor es embajador de carrera y consultor internacional