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Pensando

“Concepto de moral, ética y civismo”

Conceptualizar concibiendo la profundidad de los valores que nos hacen ser mejores ciudadanos en la sociedad, es una especie de bálsamo que mitiga las necesidades del espíritu, cuando alcanza sus mejores galas para exhibir un comportamiento cónsono con las buenas costumbres. Este espacio es propicio para entender literalmente el alcance que tienen estos valores ciudadanos en sus retos para crear una mejor sociedad. Definirlos es lo primero y analizar la importancia de cultivar los buenos modales, la educación y los principios, es la vocación del profesor Julio Rossó, de enseñar el proceso para lograr objetivos nobles y de crecimiento.

También el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos describe el espíritu de su contenido. Las normas morales se utilizan para orientar la conducta de los integrantes de la sociedad en el norte del comportamiento cívico, ético y moral. Es decir, la moral tiene una base social y ejerce una poderosa influencia en la conducta de cada uno de los miembros de la sociedad. En cambio, la ética, juzga los actos humanos desde una perspectiva de los valores buenos o malos, positivos o negativos. La ética, como disciplina filosófica, es un conjunto de normas originadas en una persona a raíz de su reflexión sobre los valores.

El civismo, por su parte, es el arte de ser buen ciudadano. Civismo y patriotismo no son afectos que una persona siente por su pueblo o por su patria; son imposiciones morales que hay que conocer y cumplir ineludiblemente. En nuestro país, definitivamente no se conceptualiza en este significado. Un pueblo civilizado, cuyos ciudadanos tengan un concepto claro y definido sobre civismo, sobre sus deberes y sus derechos como miembros activos de la comunidad, está preparado para gobernarse a sí mismo y ser tratado con todo el respeto que merece, sin ser utilizado como instrumento para servir los intereses egoístas de osados y explotadores. La ignorancia del pueblo sobre civismo, sobre derechos y deberes del ciudadano, la ambición de los políticos profesionales, y el materialismo de los intelectuales sin moral, conspiran en contra de la democracia y la libertad. Por tanto, el buen ciudadano tiene amor a la libertad, respeto a la ley dictada por legisladores libremente elegidos, conscientes de su alta misión de defender con su conciencia el bienestar y superación de su pueblo, dedicación al trabajo honrado y dignificado y así rendir culto a la justicia, a la verdad y a la dignidad, como normas primordiales de la vida ciudadana. Reflexionemos hoy más que nunca en la falta que nos hace a los dominicanos entender el deber ciudadano ineludible para poder exigir nuestros derechos.

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