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Trump: ¿sorpresa o resultado?

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YVELISSE PRATS RAMÍREZ DE PÉREZSanto Domingo

Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos de Norteamérica. La trascendencia de ese hecho se hace evidente en las reacciones que ha producido.

En los años en que estudiábamos la dependencia en textos de Faletto, Jaguaribe y Dos Santos, bromeábamos sobre la relación Metrópolis-periferia, con la frase: “Cuando Estados Unidos estornuda, a Latinoamérica le da pulmonía”.

Han pasado muchos años. La globalización ha complicado las cosas, la dependencia es más pluridireccional. El mercado guarda más las formas: incluso se firman “acuerdos de Libre Comercio”, para que nos creamos iguales.

La hipocresía, llamémosle diplomacia, disimula la realidad. En medio de la globalización, la dependencia permea la relación entre Estados Unidos y las naciones que en una forma u otra fueron colonias.

Por eso, la elección de un nuevo Presidente en Estados Unidos mantiene en vilo a todos los latinoamericanos. El anuncio reiterado de la construcción del muro para impedir el paso de mexicanos a Estados Unidos, y la intención manifiesta de despertar a los indocumentados, es motivo de angustiosa expectativa.

También, la conocida oposición de Trump al éxodo de empresas norteamericanas a otros países crea un ambiente de incertidumbre en las naciones donde se instalan las maquiladoras, las zonas francas.

El carácter de Trump, sus arrebatos que a veces parecían demenciales, sus excentricidades, su discurso machista y racista han aumentado el temor de muchos.

Pero la visión desde el litoral latinoamericano tiene su anverso. Hay que analizar la intrahistoria de este período de la política norteamericana para comprender el fenómeno de Donald Trump.

Hace varias semanas, Vargas Llosa publicó un artículo titulado “El ciudadano rabioso”. Encontré en él razonamientos, lógicos argumentos clarificadores de la súbita devoción que concitó Trump y lo llevó a la Presidencia.

“La gente, el ciudadano de a pie, aguanta mucho, soporta como buey pasivo los sistemas opresivos, la falta del bienestar que se merece. Un día, ese ciudadano de a pie, se cansa. Entonces asalta la Bastilla, vota en Europa por el Brexit, por el NO en Colombia. No son siempre reacciones recomendables, ni buenas, ni siquiera lógicas. Pero se dan, productos de la indignación represada durante años, y convierte mansos en ciudadanos rabiosos”.

Esta es la hipótesis que presenta Vargas Llosa y que se trasforma en profecía cumplida con el triunfo de Trump.

¿Éxito Republicano? El electo presidente no es un ortodoxo miembro del partido, anunció alguna vez la posibilidad de presentarse como candidato independiente.

¿Errores de Hillary Clinton? Hubo muchos, pero casi nunca se gana un juego en béisbol, ni unas elecciones por las fallas del adversario.

Hay razones más profundas. Las arbitrariedades del sistema norteamericano, su penetración en la economía de otros países para explotar la mano de obra barata, dejó en las calles, sin trabajo, a cientos de miles de norteamericanos. El modelo de explotación imperial cambió de forma, favoreció a unas cuantas empresas, otras quebraron, aumentó, y creó muchos “ciudadanos rabiosos”.

El Partido Demócrata falló al no entender el fenómeno. Ante una demanda exorbitante ofreció construir un estado de bienestar que le fue imposible de mantener, y creó aún más malestar.

El “sueño americano” tuvo un triste despertar para los norteamericanos. Los latinos que acudían, cada vez más y más, en pos del “american dream”. Lo poco o mucho que lograron, irritó a los nativos quienes sienten que los inmigrantes les quitan lo suyo.

Trump, o sus asesores, explotaron ese disgusto, convirtiéndolo en rabia nacional. Le atizaron con otro sentimiento, el del miedo, latente en cada corazón yankee desde el genocidio de las Torres Gemelas.

Cada extranjero, es un enemigo. La paz se logra expulsando al forastero, para ser solo ellos, solo blancos “made in USA”, quienes disfruten del bienestar, trabajo, salud, cultura de la vieja, cultura de los cuáqueros. Fuera gays y abortos; mujeres, en su sitio.

Americanos convertidos en ciudadanos furiosos, dieron el triunfo a Trump, por escasa ventaja. En unos Estados Unidos divididos, será el Presidente.

Pero no podrá ejecutar sus programas: el mundo cambió, los imperios no son ya solitarios bastiones nacionales. En la globalización versión neoliberal, el mercado sustituye los viejos imperios. Él es el imperio, y fluye, necesita fluir por todas partes.

Fracasado el modelo, ¿qué pasará con los ciudadanos rabiosos, y hasta qué punto, su intento de implantarlo, gravitará negativamente en nuestros países, por un tiempo?

Solo podemos especular. Como el mundo entero lo hizo, equivocándose la mayoría en sus opiniones antes la victoria de Trump, que la mayoría recibió como sorpresa, siendo en verdad un resultado.

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