El desencuentro

“La causa del vencedor es agradable a los dioses, la del vencido a Catón”. Aforismo romano.

Marco Porcio Catón, magistrado romano (Censor) fue, además, un notable militar y político romano que ejerció sus funciones con apego al más recto camino y a quien muchos consideraban el abogado de las causas perdidas, por su hábito de defender los más débiles.

La elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos de América trae consigo muchas enseñanzas que el mundo debe asimilar y que la clase política de todas las latitudes debe interiorizar.

Expresión de un nacionalismo a ultranza, Trump logró concitar el apoyo de la mayoría del pueblo estadounidense para ser electo el Presidente número 45 de los Estados Unidos de América, merced a una diversidad de aristas que nos proporcionan mucha tela por dónde cortar; desde la indiferencia hasta el voto castigo.

Dicen los dominicanos que “la derrota no tiene padrinos”, cuestión que los romanos resumían en el aforismo que reza: “La causa del vencedor es agradable a los dioses, la del vencido a Catón”; y es así como ya abundan toda suerte de personajes que empiezan a encontrar en el triunfo de Donald Trump más de una causa estratégica preconcebida por el magnate para alzarse con la victoria.

Ahora su éxito se debe, entre otras cosas, a su capacidad para armar estrategias de marketing con suficiente acierto como para fijar en los marcos cognitivos del pueblo americano el carácter mesiánico de su persona. Y no falta quien se aventure a encontrar, hasta en sus peores expresiones de campaña, una acción preconcebida con el objeto de lograr determinados objetivos.

Todo lo anterior podría hasta ser cierto, porque “en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”; pero la verdad más grande que esto entraña no es que Trump sea un mago de la estrategia ni que ha habido un cambio de paradigmas, producto de la reflexión de ciudadanos críticos, sino que el mundo está descreído de la clase política tradicional; que, con honrosas excepciones, se ha producido un desencuentro enorme entre las expectativas que la gente se hace de la clase dirigente y el enojoso desempeño que ésta acusa.

Eso deberá servir de reflexión a aquellos cuya conducta política se activa a partir de un concepto neo patrimonialista del Estado, y cuando les toca ejercerlo se les va la mano y se hunden en la indiferencia.

La humanidad está harta de los políticos cleptómanos que se burlan de sus electores y se va moviendo, buscando dónde detenerse, haciéndolo allí donde todavía haya esperanza, al menos en probar.

El autor es abogado y politólogo.

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