Tiempo para el alma

“Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí”. Sal. 57 (56): 3.

Señor, tú has hecho tanto por mí que sería injusto quejarme. Me falta de lo que ansío, pero cuánta gratitud siento por lo que me has permitido. Soñar es parte de tus regalos, proyectar mis emociones, mis deseos, mis anhelos. ¿Por qué ser tacaño con uno mismo? ¿Por qué limitar tu bondad?

Con gratitud por tus dones, y con un corazón humillado, inclinado ante tu grandeza, acudo a ti una y otra vez: hablarte de lo que ha pasado en el día, quejarme por mis propias tristezas, gozar contigo cada pequeño triunfo, cada alegría de la vida, pedir tu bendición, poner a tus pies las necesidades nacientes junto a las antiguas, darte gracias por lo que no ha ocurrido y por lo que ocurrió, clamar tu auxilio y tu ayuda, buscar la liberación en tu presencia; orar, orar y alabarte. Invoco tu nombre o Dios, tu presencia en mi vida, tu compañía en mi soledad, tu celebración en mis momentos de fiesta. Mi Dios que hace tanto por mí, toco y tocaré a tu puerta una y otra vez; tu gracia y tu amor me infunden esperanza.

Tags relacionados