EL BULEVAR DE LA VIDA

Tentaciones apelables

SER LIMPIO NO ES SER PULCRO. Ahora que apenas tres semanas y unas horas nos separan de las elecciones generales, es un buen momento para estar alerta y listos para resistir tentaciones.

Tiene uno escrito por ahí, que una mujer bella, si es, además, inteligente, “es una tentación inapelable”.

Sin embargo, las tentaciones a las que me refiero hoy son otras menos atractivas, cautivadoras, embelesantes.

Comencemos por advertir que la mayor tentación de estos días finales es el uso de la campaña sucia, que es prima hermana de la campaña negativa, pero que a diferencia de ésta, -basada en resaltar los rasgos negativos (reales) del adversario-, se apoya en la mentira y la media verdad. Esa campaña sucia, irresponsable por definición, es (junto a la impunidad sempiterna frente a la corrupción) una de las responsables del descrédito que padece hoy la clase política y sus instituciones, pues ella mete a todos en el mismo saco y no hace sino desacreditar a “tirios y troyanos”, a sirios y norteamericanos, generalizando las inconductas. Generalizar siempre es errar, también en política.

PERIODISMO DE ENCOMIENDAS. Otra tentación a resistir es la “partidarización” del periodismo, o más exactamente el periodismo de encomiendas políticas o empresariales. Nótese que no hablo aquí de la politización del periodismo, que remite al periodismo político, sino al hecho lamentable de que el periodista -en especial el que hace periodismo de opinión, interpretativo- más que analizar los hechos desde su visión, ideología, formación y experiencia, lo haga por encomienda de un partido, grupo dentro de una organización, o de una corporación empresarial que prefiere a un candidato… y de todo esto hay demasiado en este final de campaña.

La promesa de rebajar de peso o comenzar una dieta en enero, es, junto a la “neutralidad” o “imparcialidad” periodística, una de las grandes mentiras de estos tiempos, al fin, los dosieres ni los temas de la agenda mediática caen del cielo. Para ser totalmente imparcial en este oficio hay que ser ignorante o muy cínico, o ambas cosas a la vez. Y es que cuando en los programas en los que laboro escojo un tema para leer como noticia o analizar en mi comentario, ahí mismo estoy tomando partido, siendo parcial, favoreciendo o afectando a alguien. Otra cosa es el equilibrio periodístico, los esfuerzos de objetividad. En este oficio es prácticamente imposible ser insípido, neutro, imparcial, si lo que está esperando el lector, oyente o televidente de nosotros es precisamente lo contrario: que le ofrezcamos nuestra opinión, análisis, nuestra ponderación de tal o cual hecho social que los medios convierten en noticia. ¡Que nos mojemos algo más que la espalda! Eso espera el soberano.

LA GRAN UTOPÍA. La objetividad periodística, como ciertos amores de adoquines y bahías con luna, es la gran utopía inalcanzable tras la que debemos ir cada día, cada vez, infructuosamente, es cierto, pero debemos ir. El problema no está en gustar o no de tal o cual político o partido, en defender o criticar las decisiones de tal embajada o grupo empresarial en campaña, sino en aceptar ser parte de un “equipo” de comunicadores creados para esos fines… y que el soberano (el oyente/lector/ televidente) no lo sepa. Si se le informa, también es válido. Pero el soberano debe saberlo.

SIN CAER EN SUS MANOS. A diferencia de la tentación inapelable que una mujer bella e inteligente, de foto cruel, ay, simboliza, esto de la campaña sucia y del periodismo de encomienda es una tentación que sí debe ser apelable, superable. Nada que ver con las tentaciones del amor, donde a veces la única manera de permanecer en un corazón es huir de una mirada, o como recomendaba don Napoleón, tan preso de las caderas y la luz de su Josefina: “Quién pudiera tenerte en sus brazos, sin caer en tus manos”.

Con su permiso.a

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