La agonía de la soberanía y la familia

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MIGUEL A. FIALLO CH.Santo Domingo

Todo órgano para su manutención necesita de una oxigenación que provea de energía que vitalice sus células, si no, muere por inanición. El infarto no es más que muerte celular por hipoxia… Nuestra Soberanía, nuestros principios cristianos y valores familiares están a punto de infartarse por falta de alientos viriles que mantengan la economía vital de sus postulados y nobles basamentos nacionales. El silencio cobarde y muchas veces traidor de gobiernos y políticos, produce el coágulo que impide la nutrición de nuestras bases morales.

Estamos en vísperas de la elecciones nacionales; en la lúgubre noche sólo se oye en el silencio, los grillos de la demagogia, el oportunismo y la desenfrenada carrera tras el enmohecido escritorio de las efímeras posiciones gubernamentales.

Salvo una honrosa excepción, la del Lic. Pelegrín Castillo, ningún político plantea un programa de defensa y nutrición de lo que más vemos agonizando; los valores patrios y la Soberanía Nacional, la corrupción administrativa, una política coherente con el medio ambiente, y una defensa sostenida de los principios fundamentales de la familia dominicana.

Casi todos los políticos parecen tener sus labios cosidos, ora por los hilos de las potencias extranjeras, ora sellados por el pegamento viscoso de la conveniencia pre electoral.

La injerencia indignante de la diplomacia norteamericana en nuestros planteles educativos pasa desapercibida por los meandros de sus circunvoluciones cerebrales, atrofiadas por la cobardía genuflexa, la desidia y el personalismo. Los ministros de turno irresponsablemente miran hacia atrás convertidos en estatuas de sal.

Como si fuera una macabra, premeditada y maquiavélica urdimbre; la trama se va tejiendo lentamente, construyendo una jaula cuyos filamentos están conformados por agresiones a nuestras bases cristianas, con ofensas y relajación de los estamentos de una identidad sexual sana; por agresiones continuas y descaradas a nuestra capacidad de autodeterminación; por violaciones a nuestra inapelable capacidad de fijar nuestras propias leyes sin irrupciones extranjeras y prepotentes actividades que infrinjan la independencia y soberanía que nos asiste; y por una inversión absoluta, expresa, consciente y consistente de los valores fundamentales que rigen nuestra Nación.

¡No nos perdamos! ¡No son hechos aislados, son filamentos de un mismo entramado! A todo esto… salvo las iglesias, unificadas en un maravilloso ecumenismo circunstancial, alzan las voces en el desierto; voces que los políticos cobardemente obvian y actúan como decía el gran Ali Ibn Abu Talib, refiriéndose a sus propios políticos en el siglo VII: “…Sordos cuando se refiere a oír el buen consejo; mudos cuando se refiere a la declaración de la Verdad, y ciegos cuando se les pide ver los hechos y las realidades”.

La ceguera pasional, egoísta y personalista produce en la mayoría de los políticos una demencia que les impide tener el discernimiento de establecer prioridades (¡mayúsculas!) en sus programas de gobierno (si alguno). Olvidan que el ABC de una educación no es solamente saber leer y escribir; no es la construcción de escuelas, no es solamente el establecer salarios justos a los maestros… La Educación es algo más profundo y elevado que comienza en La Familia (mayúsculas inmensas)… En el inculcar una Identidad Nacional, el infundir el Amor a su Patria, el insuflar la correcta identidad sexual, el imbuir en nuestros hijos los valores cristianos y morales, y finalmente, el inspirar en el corazón del niño, el amor y respeto a toda forma de vida.

Solo así, las actualmente agonizantes bases de la Familia Dominicana y la Soberanía Nacional, se levantarán como columnas y arcos ojivales de una Nación que está destinada por Dios a ser el Faro de Luz y el ejemplo del Bien Común y las Rectas Relaciones Humanas.

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