Tiempo Para El Alma

“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”.

Jn. 1: 1-3, 9.

Es casi un poema y un juego de palabras el de esta lectura del libro de Juan, que confiere a la Palabra (en mayúscula) una dignidad divina, “la Palabra era Dios”. Todo cuanto existe en la naturaleza tiene un origen divino, pero más allá, la Palabra con el poder de crear, de dar vida, de iluminar y de salvar. La Palabra que se hizo carne en Jesús. Palabra-Dios.

Interesante y hermosa esta lectura que redimensiona lo dicho y crea un vínculo indivisible entre el decir y el hacer. Y aquí me detengo para analizar(nos), justo cuando iniciamos un año: ¿Qué tal nuestro decir y nuestro hacer; nuestra palabra y nuestra obra? En días estos solemos reflexionar y replantearnos metas; a propósito, hace justo un año muy probablemente hicimos el ejercicio de reflexión y nos dimos a nosotros mismos nuestra palabra de decir y con la idea de hacer. La Palabra de Dios es poder, a la nuestra somos nosotros mismos quienes debemos darle el poder de la acción.

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