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La “cascarita”

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Es natural que tras el presidente Danilo Medina lograr que el PLD reafirmara su vocación de poder con la reunificación de las dos principales fuerzas políticas internas alrededor de su candidatura del 2016, y disponer de un posicionamiento privilegiado que le garantizarían ganar por amplio margen el torneo electoral que concluye el 15 de mayo, no quiera ruidos ni motivos para excusas que provengan de la oposición.

Al parecer, los mayores esfuerzos del hoy candidato del partido oficial están dirigidos a conseguir la mayor cantidad de votos posible, que legitimen su triunfo desde un primer momento y, por consiguiente, quiten del camino todo argumento o queja que pueda restarle brillo al resultado previsto a salir de las urnas. Por lo primero, Medina se ha tirado a la calle y ha exhortado a su gente a buscar el voto hasta “debajo de las piedras”, mientras que por lo segundo -y procurando proyectar equidad y de curase en salud frente a quejas de litorales de oposición- ha tomado una serie de medidas administrativas que, por extremas algunas de ellas, como la suspensión de la publicidad oficial hasta mediados de mayo, terminaran haciéndole un gran daño a un número muy alto de pequeños y medianos medios de comunicación. Que finalmente serán los más afectados, partiendo del dato de que el 80% de la publicidad oficial está concentrado en no más de cuatro grandes medios o grupos.

El punto grave es que muchos de los programas de radio y televisión, incluidos en el otro 20%, con una suspensión notificada el 22, casi al terminar el mes y habiendo ya ofrecido el servicio, tendrían que salir del aire por falta de apoyo comercial.

Eso, además de penoso, es peligroso, porque cuando un medio de comunicación cierra o quiebra, no importa su orientación, es una ventana de expresión que pierde la democracia (¿) Antes de la crítica, y de generalizar, debió pensarse que una cosa es la propaganda política y otra muy distinta la publicidad institucional, que beneficia muchas veces a dirigentes y voceros de la oposición dueños de programas.

El gobierno de Medina, con números para sentirse cómodo, debió manejarse con esta “cascarita” -chantaje puesta en el camino de una campaña en general tranquila, pero de la que en lo adelante pudiera esperarse algunas “travesuras” o algo de “guerra sucia”.

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