¡A ti, que rompiste todos los cercos!

Gracias Claudio, por haber defendido el suelo patrio en abril de 1965, por haber estado junto al pueblo dominicano en sus batallas más heroicas, por haber defendido la Constitución más democrática de nuestra historia republicana; por haber estado presente en el combate del puente Duarte, el atardecer del 27 de abril, cuando fue derrotada la columna blindada del Centro de Enseñanzas de las Fuerzas Armadas y capturados más de 15 tanques de guerra, poniendo en desbandada a la tropa élite de la Base Militar de San Isidro. Gracias por estar en la primera línea de fuego al tomar por asalto la Fortaleza Ozama y capturar, vencidos ante el avance popular, a torturadores y agentes represivos de la ciudadanía.

Gracias por ponerte de pie, fusil en mano, cuando el inmenso héroe nacional, Francisco A. Caamaño, llamó a combatir a la soldadesca invasora y defender la tierra de Duarte y Luperón. Gracias por ser un soldado de la Patria. Gracias por no venderte nunca, por no cambiar tu libertad por los grilletes de rangos, canonjías y prebendas. Gracias por no aceptar cargos en los gobiernos sucesivos, y buscarte con el sudor de tu frente, el pan de cada día. Gracias por no inclinar la cerviz ante bandoleros y tunantes. Gracias por no dejar solo a Francis Caamaño, en aquel infortunio del exilio, del dolor inenarrable de ver burlados los acuerdos del Acta de Reconciliación y la reintegración a los cuarteles de cientos de militares constitucionalistas, perseguidos, asesinados, exiliados, quienes perdieron sus carreras militares, mientras quienes se pusieron al servicio del invasor, obtuvieron privilegios y fortunas.

Gracias por acompañar al Coronel de Abril, sin vacilaciones en Playa Caracoles, junto a Lalane, Hamlet y los otros, aquel girón de Patria que no ha cesado de sangrar en la conciencia nacional, aquel gesto de gigantes, para despertar conciencias democráticas y sembrarse para siempre en lo mejor y lo más valiente de nuestro pueblo. Gracias Claudio, por alzar tu voz en defensa de la democracia y de la Patria, por acompañar todas las causas justas, sociales, ecológicas, ambientales, y defender a los pobres, a los humildes. Gracias Claudio, por vestir ese uniforme militar que llevabas con orgullo, que no te lo dio ningún político ni ningún jerarca castrense, sino, que te lo ganaste, tiro a tiro, con bravura, donde la Patria te convocó, con sentido de justicia, sin atropellar a nadie, sin violar los derechos de nadie. Gracias por esa bohonomía, por esa calidez de tu semblante, por esa sonrisa de servidor, sin pretensiones ni fantocherías, sin escoltas, sin esbirros. Gracias por haber sido ejemplo de lo que pueden las ideas nobles cuando transforman un hombre, cuando le cambian su vida, cuando hermosean su destino.

Gracias Claudio, por entender que vivimos un momento grave de la vida nacional, que requiere una transición política, un cambio de escenarios, para procurar entre todos una solución al caos ético y al derrumbe de las instituciones. Gracias por comprender que ese cambio debe darse dentro de las coordenadas electorales, muchas fallidas y embusteras, pero posibles de ser desbordadas, si la voluntad del pueblo dominicano se manifiesta en las urnas de manera masiva, en un ajuste de cuentas histórico, en un gran voto de castigo nacional. Cambio que puede ser un sueño más, pero que no debe derogarse si estudiamos la historia y sus grandes momentos estelares, aquellos en los cuales la fuerza de David ha vencido más de una vez al poderoso Goliat. Gracias por interpretar el momento nacional, que demanda una administración colegiada y plural, que adecente las instituciones del Estado, que recupere la organización social y prepare las condiciones para impulsar nuevas conquistas y logros económicos.

Gracias Claudio, por recibirme en “Cuidados Intensivos”, en el Centro Médico, cuando apenas podías hablar, y explicarme el accidente que habías tenido, así como la peripecia de tránsito por varios centros de salud. Entonces te dije, que eras un guerrillero, acostumbrado a las más graves escaramuzas, un sobreviviente, y que vivirías. Y te hablé del azar, de esa categoría histórica, que nos embosca. A ti, que rompiste todos los cercos, que desafiaste la ira de los malvados, que cruzaste veloz el campo de la historia sin ser alcanzado, te esperaba lo impredecible, lo sin sentido, el cerco de lo absurdo, como diría Albert Camus. En medio del dolor iniciaste una leve sonrisa, me dijiste, “poeta, es así”. Entonces, quedamos de vernos en la mañana, cuando te ibas a sentir mejor. Fue un diálogo casi imposible, asistido por medicamentos, drenajes, transfusiones. Me ofreciste a duras penas el puño para despedirnos, chocamos los puños. La doctora médico asentía la leve mejoría de tu estado en ese momento, pero había que esperar la evolución. Por la mañana me desperté con tu muerte. Quería gritar, me puse las manos en la cabeza, me llené de impotencia. El sistema de salud de nuestro país colapsó hace tiempo. Es una vergüenza que no te hayan recibido en dos hospitales del país y que tal y como me dijo el doctor Senén Caba, quien te atendió, te hubieras salvado sin lugar a dudas. De todas maneras, tus ideas quedan vivas y tu ejemplo perdurará por siempre, amigo y compañero.

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