Unas palabras sobre mi madre

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LEONOR MARÍA ASILIS ELMÚDESISanto Domingo

A Leonor Emilia Altagracia Elmúdesi Porcella de Asilis Hija muy querida de José Elmudesí Latuf, oriundo de el Líbano, y de Leonor Emilia Porcella Cohén, cuyas raíces provenían de Italia; situada, cronológicamente, en el medio de sus tres hermanos, José Manuel, Francisco y Carlos. Era el cascabel de la casa.

Alegre, brillante y cariñosa, debilidad de su papá, quien la llamaba Nonoíta, se ganaba el cariño inmediato de quien la conocía, empezando desde sus amigas de infancia del Colegio Santo Domingo, una amistad que perduró hasta sus últimos días. Recuerdo con cuánto entusiasmo apartaba su espacio para ellas, en su tradicional almuerzo con las chicas.

Su pasión desde niña fue por el piano, del cual se hizo maestra en el Conservatorio Nacional de Música, siendo su profesor, el ilustre Manuel Rueda.

Me detengo en la decisión más importante de su vida, la más acertada de todas: casarse con Luis Antonio Asilis Tabry, el 3 de octubre de 1959, en la Catedral, y quien llegó a ser su inseparable compañero de vida por 56 anos, compartiendo en las buenas y en las no tan buenas hasta el final; a pesar de tener una difícil profesión como ginecólogo, donde en muchas ocasiones interrumpía con los viajes al interior de familia, ya que los partos no se controlan cuando han de traer un bebé al mundo. Siempre lo comprendía y nos hacía entender a sus hijos aún desde chiquitos; es que siempre lo apoyaba, hasta en sus inicios trabajó como secretaria junto a él. También lo apoyó en su hobby, los caballos, acompañándolo siempre en las actividades y competencias de Adopaso, acogiendo a sus amigos del pasatiempo como a sus esposas.

MOMENTOS DIFÍCILES Como todos los seres humanos, pasó momentos difíciles, y como dominicana también. En la Guerra de Abril del 65, decidió quedarse al lado de mi padre, quien como médico y director de un hospital de nuestro país no abandonó su misión, teniendo a toda su familia invitándola a irse al exterior.

UN SER SUMAMENTE FAMILIAR Como hija se portó muy bien con sus ancianos padres, y con nuestra abuela paterna, Chafica. Al abuelo paterno, no lo conoció, pues mi abuela enviudó muy joven.

Como madre, nos tuvo a nosotros cuatro, Luis José, Carlos Manuel, Laura y yo... ¡cuánta abnegación al educarnos! No solo se limitaba en el área del hogar, sino que supo involucrarse en asuntos escolares, participando en reuniones de la asociación de padres y en las actividades, kermeses del Loyola, Veritas y del Apostolado. Como sobrina, prima, tía, y amiga, siempre se daba a querer.

Acogía a nuestros amigos del colegio, realizando con entusiasmo nuestros cumpleaños; y como abuela, supo ser segunda madre, donde no solo mis sobrinos encontraban a su abuela, sino a su más maravillosa cómplice, consejera y amiga. ¡La tan querida Manono!

¿Qué decir de su fe? Tenía una vida de oración intensa, no mancaba en ir a Misa los domingos y recibir los sacramentos, pero sobre todo, no se supo quedar en la oración, sino que se esmeró en practicar la caridad, obras sociales, fueron muchas en las que ayudóÖ

Pero, me detengo en la que más se entregó desde sus inicios de la mano de su entrañable amigo, el padre José Antonio Esquivel, me refiero a OSCUS, la Obra Social Cultural Sopena, y que ahora es respaldada por la Parroquia Santísima Trinidad, de la que fue párroco, así como su gran entrega en la gesta inicial de la Universidad Católica Santo Domingo, donde trabajó de la mano con su primer rector, su querido primo César Iván Feris, quien a su vez la llevó también a colaborar en la Pastoral de la Salud, El Arca, entre otras.

Un detalle curioso de su partida. El Señor se la llevó el mismo día del cumpleaños del padre Esquivel y el mismo día que nuestro Papa Francisco pidió a la Iglesia Universal la intensa jornada de oración de las 24 horas con el Señor durante este tiempo aún de cuaresma del bendito JUBILEO.

Otro detalle, murió un sábado, día de la Virgen, y gracias a mi hermano Luis José, quien tuvo la gracia de estar a su lado en su último respiro, pudo dormir en la paz del Señor, custodiada por un escapulario, símbolo de su predilección.

Ella rezaba todos los días el Rosario, y lo ofrecía por sus amigos ya fallecidos, una lista que con el tiempo iba creciendo, y que los mencionaba uno a uno con sus nombres y apellidos, y que luego agregaba sacerdotes, doctores etc.Ö me consta que llegó a aprenderse la gran lista de memoria.

Es que ella creía firmemente en la intercesión de los Santos, y esa fe me la supo transmitir. Ese mismo día, para la Gloria de Dios, pude recibir la indulgencia plenaria para ella. Sin saber que era su último día, pude ir al Rosario de la Aurora al Claret, confesarme, y luego ir a la misa a las 7 am en nuestra bella Catedral. Pensaba que no tenía a nadie a quien aplicarla, ya al mediodía supe que era a ella.

Un dato de su vida espiritual. Su santa favorita era Santa Teresita del Niño Jesús. Le encantaba ella por dos motivos: era la santa de las cosas chiquitas, de glorificar a nuestro Dios con las cosas sencillas, y porque ella tuvo una intercesión especial en la salud de su papá, mi abuelo José.

Gracias Señor, por su vida, que ahora es plenamente tuya, y que disfruta en Tu Presencia.

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