PANCARTA
Testimonios vigorizaron el homenaje a Minerva

La conmemoración del 12 de marzo del natalicio de Minerva Mirabal superó en mucho la expectativa de la invitación, por la respetable y simbólica asistencia y por el profundo contenido de las intervenciones.
“Hay Patria todavía”, pudieron sentir muchos cuando escucharon la propuesta de Farah Hallal para un encuentro educativo mensual con niños cuyos abuelos y padres se interesen en que conozcan la historia y los acontecimientos patrióticos décadas atrás. Una maestra de escuela en los Alcarrizos, Adia Matos, asistió con su esposo e hijos: ejemplo destacado por Nobel Alfonso de que fructifica toda convocatoria que oriente y enseñe.
Minou Tavárez Mirabal habló sobre la Minerva necesitada en el presente dominicano.
Fernando Cueto sugirió una tertulia para escuchar testimonios y experiencias vividas en las últimas siete décadas. El propio Fernando relató las paradas donde Chujo Pimentel, en Puerto Plata, de las hermanas Mirabal, antes de visitar a sus respectivos esposos, presos políticos del trujillato en la fortaleza provincial.
Cueto evocó la entereza de Juancho Escaño, estudiante de término de medicina, caído luego en las lomas de Altamira, cuando el alzamiento armado del Movimiento Revolucionario “14 de Junio”, en seis zonas montañosas del país por el restablecimiento de la Constitución de 1963.
Ante la necesidad de armas en la provincia transmitida por Germán Silverio a Fernando Cueto, cuando éste se lo comunica a Minerva, su respuesta fue: “Las armas andan en las calles”. (Se refería a las armas portadas por los militares).
Cuqui Petit relató una reunión familiar nocturna en la casa de la madre de Manolo, doña Fefita Justo, donde apareció una patrulla buscando a Minerva, quien vestía una falda. Minerva no podía negarse, pero entró a su habitación y se cambió la falda por pantalones. Parece que un mal presentimiento asaltó su mente. Minou jugaba en el medio del grupo cuando Minerva le prometió chocolates al regreso.
René Sánchez Córdoba evocó la tortura que entrañó para Manolo tirarle un periódico con la muerte de Minerva, sus hermanas y Rufino.
El catorcista Belarminio Cabreja dejó testimonios de La 40 y La Victoria. Cuenta su hijo José que unos apuntes se refieren a celdas solitarias en que Minerva recibía chocolates mientras advertía el riesgo de la “comida” de la cárcel.