¡La honda de Luis es la de David!

“La gente nos empujó y la belleza de David resistiendo a Goliat se abrió paso. A nosotros nos brillan los ojos cuando hablamos de ciertas cosas, nuestros adversarios no soportan que nos emocionemos...”. Pablo Iglesias.

El escritor español Luisgé Martín en unas severas observaciones al brioso líder emergente, Pablo Iglesias, de “Podemos”, cita a Juan Carlos Monedero, con una precisión transparente: “La única manera de luchar contra la oferta neoliberal de hacer un supermercado enorme, era ofertar algo emocionante que tuviera que ver con la posibilidad de un cambio luminoso, y eso solo lo podíamos hacer recuperando las pasiones. Una de las cosas hermosas que ha logrado “Podemos” es que la gente ha vuelto a llorar en los mítines”. En esa misma dirección, Pablo Iglesias, dice: “La gente nos empujó y la belleza de David resistiendo a Goliat se abrió paso. A nosotros nos brillan los ojos cuando hablamos de ciertas cosas. Nuestros adversarios no soportan que nos emocionemos. No soportan que nuestras sonrisas, nuestros besos y nuestros abrazos sean de verdad”.

Aunque Martín, anota el peligro de caer en el melodrama y la cursilería, al intentar conectar con la gente, no deja de admitir que liderazgos esenciales como los de Gandhi o Luther King, apelaron a la emoción de los ciudadanos, Chávez y Le Pen en extremos diametralmente opuestos, hicieron lo mismo. Hitler y Mussolini, no hubiesen podido existir como figuras siniestras y fatales, aclamadas por sus pueblos, si no hubiesen recurrido a la emoción, al desencadenamiento de las pasiones, de lo que se colige, que sin ellas, independientemente de las ideas en movimiento, no se pueden construir liderazgos, por lo cual, habría que establecer niveles de proyección ética y orientación moral en los liderazgos.

José Francisco Peña Gómez, el líder de masas más impresionante de la historia dominicana, de quien el doctor Joaquín Balaguer llegó a proclamar, que era la única persona en el país capaz de producir con su muerte un “bogotazo”, refiriéndose a la sublevación social y política que convirtió en llamas en 1948, la ciudad de Bogotá, Colombia, por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán. Fue una figura conspicua no sólo por sus ideas progresistas sino por su verbo insuflado de pasión y emociones. Dice Martín, que debe haber un indisoluble matrimonio entre la ética y la estética, con lo cual, en el caso de Pablo Iglesias, sugiere reivindicar la pasión positiva como prototipo de conducta social, y citando a la filósofa, Martha Nussbaum, “para impulsar una conducta cooperativa y desinteresada en los ciudadanos o para limitar los impulsos de la codicia a favor de los seres amados. En suma, para recobrar la fraternidad de la Revolución Francesa, tan olvidada hoy”.

La idea del cambio, de la necesaria alternabilidad democrática en nuestro país, es una necesidad nacional. Se trata de que la nación no tolera el ejercicio ilimitado de poder en manos de un determinado sector político, cuya imitación del fallido modelo mexicano del Partido Revolucionario Institucional, aunque exitoso por el tiempo asumido al calor de la revolución mexicana y liderazgos como el del gran Lázaro Cárdenas, no tardó en convertirse en un antro de perversidad, lenidad, corrupción, que llevó a alguien a calificarla como “la dictadura perfecta”. Nuestro país vive en una “burbuja” que empieza a mostrar sus lacerantes vínculos con la desgracia social. Durante varios años encuestas internacionales otorgaban a la República Dominicana, uno de los más altos sitiales en la expresión de la gente, como seres felices. Todo se acaba de derrumbar.

Una encuesta de un prestigioso organismo internacional reveló hace unas semanas, que el dominicano es uno de los seres más infelices del planeta.

El aparato institucional sufre en gran medida todo el peso político de las ambiciones más desmedidas. Todo se debilita. Se pierde lo que Juan Carlos Monedero llama lo emocionante, las pasiones, lo que un prócer como Juan Bosch visualizaba como un cambio luminoso en nuestro país. Todo se pospone mientras la burocracia se alista en los trajines más insospechados. Pablo Iglesias dice, que a ellos, los de Podemos, “los ojos nos brillan cuando hablamos de ciertas cosas. Los detentadores del Poder no tienen brillo en los ojos, no tienen utopías, no desandan en la aurora de un discurso pleno y plural, solo suman voluntades caídas, seres perdidos para toda ilusión y meta superior de vida. Confunden los aplausos al paso de sus caravanas de yeepetas de lujo, como un triunfo de sus acciones, no advierten al desaparecer en las carreteras, el sabor amargo, el dolor profundo, la miseria honda de una injusticia secular, que ellos se comprometieron suprimir, cuando la gente lloraba en sus mítines.

Esa emoción, materia prima de todo compromiso verdadero la han trocado por la risa fingida de circo y payaso. En este torneo electoral, Luis Abinader Corona tiene, como la definió Pablo Iglesias, la belleza de David resistiendo a Goliat. Su emoción será la nuestra, la empujaremos en los días que nos restan, la convertiremos en la fuerza del pueblo llano, de los creemos que más temprano que tarde, todo cambiará para bien. Resistimos con Luis, convencidos de que su honda es la de David. ¡Habrá Patria!

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