EL ROEDOR
Dos compromisos

“Hay gente que no entiende.
Mi alma y lo que queda de vida, fueron vendidas aladas a los pueblos y los pobres”.
(a.u.).
En sentido general, la pequeña burguesía (eufemísticamente, clase media), cuando se ‘empodera’ y, llegado el momento, considera que el cambio del estatus actual lo perjudica, y como ‘bloque de clases’ en elecciones abiertas vota contra el motor que lo llevó de pobres a clase media, que fue lo pasado en Bolivia con el “referendo” reeleccionista, y en Argentina con el voto contra Daniel Scioli, que signifi caba la continuidad del kirchnerismo, como la entienden, primero, Émile Durkehim y Álvaro García Linera, en segundo lugar. Si se volvieran a repetir esos procesos apenas ahora, después del chapuzón de agua fría, ese sector clasista votaría distinto.
Porque esa “clase media” sólo se mantendría fi el sólo si los sectores mandantes la enriquecieron, y una fracción del campesinado cuando el Presidente se convierte en una fi gura totémica o semidios, en los casos de Burguiba, en Túnez o Balaguer aquí. “Un emperador sin corona”, decía Peña Gómez (que se refería a todos estos paísitos), y puedo generalizar con 2 ejemplos ilustrativos: conozco el caso de una señora que en su cama, vieja, seca, inválida, tenía su sábana no para arroparse, sino porque se la había regalado “Balaguei”; mi santa madre y fi lósofa china, no me permitió, pese a que sabía que no tenía dinero, coger un marco de un retrato de Balaguer joven y sonriente, para colocar mi primer logro profesional, ‘Maestro de Secundaria’, en la Mención de Filosofía y Letras; pues, cual el suizo Enrique Pestalozzi, en ese momento era mi mayor aspiración: quedarme en Vicente Noble en mi Liceo de Monjas, dando clases a los que venían detrás de mí.
¡Nada en ese momento tenía más valor! Sólo así. Pero el objetivo clásico de la clase media, pese a sus veleidades, es seguir subiendo. ¡Nunca ser de nuevo proletario u obrero! Es más. Ahora he observado casos clásicos que no se vieron en otros gobiernos peledeístas: sujetos que pese a las facilidades dadas por el Gobierno-Estado que hoy no están en grujía o dejaron de andar “con la soga a rastro”, permanecen fi eles, ya no leales, a su obsesión perremeístas, mientras sus compañeros se tiran cajas y cajones por quedar en puestos ganables, pero en el PRM.
Es decir, que no obstante haber guisado bien con el danilismo para dejar la prángana, siguen tras los planes de desplazar al PLD del Poder, como son los casos de dos notables comunicadores que no tienen que dar un ‘teclazo’ más en lo que les queda de vida para vivir bien, incluidas en enfermedades catastrófi cas que pidieren aparecer en ese trayecto.
Los casos que conozco con el mismo talante con Leonel, son diferentes, porque los sujetos que recibieron los favores, y hoy son adherentes del leonelismo. Pero para estos dos, habría que recurrir no a César Mella, sino a José Miguel Gómez, el autor de dos estudios psicosociales de las personalidades de Rafael Leónidas Trujillo Molina y Juan Bosch. Podrían, estas patologías, ser diseccionadas por él, o del fi lántropo doctor Puello Herrera, al que un economista quiso darle cátedra de neurociencia.
¡Ofrézcome, magnífi ca ánima mea! Los que hacen esas concesiones que provocan hasta murmuraciones sobre sus género, jamás pueden asumirse como boschistas, que no sólo inmortalizó la sentencia de que “el internacionalismo se practica dando, no pidiendo” (MFD, a.u.), y que en la celebración de los 10 primero años del PLD advirtió que “la auténtica libertad del individuo se logra cuando no es explotado por nadie, ni él tampoco explota a nadie”. En este mundo de los sentidos, todo lo demás ¡son puros bisbiseos! Fuera de los casos aquí tratados, es lógico que nos falta mucho tiempo para que la ‘cultura política’ se comporte el resultado o “refl ejo condicionado’ de un modo de producción con fi sonomía propia; porque hasta ahora fruto de nuestra alquimia (somos alquimistas), la enorme olla de la bruja Esmerlinda, los que han salido son muchos parches para un boxeador apaleado e irreconocible (hay planes nuevecitos para desfi gurarlo de nuevo), reconociéndonos apenas en el merengue, ya también desfi gurado por jukas, música urbana, ramobow y demás fl orecimientos de vainas feas, que apenas nos dan un espejo que deforma.
Y a propósito: ¿los empresarios venezolanos odian tanto a los suyos que nos venden casas? -–“Nos aman a nos”.- ¡Ah, yo creía!