EL CORRER DE LOS DÍAS

Rupert Sheldrake y el espejismo de la ciencia

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

La ciencia puede ser espejeante y seguir siendo ciencia. Puede parecer insólita, hasta cuando se manifiesta viniendo del pasado para incidir y explicar el presenta. Tal ha acontecido con viejas fórmulas de Einstein confirmadas como realidades cien años luego de ser concebidas.

Hace solo unos días una hipótesis de Einstein que resulto cierta, se desplazó hacia la prensa y a los medios de comunicación y confirmó la presencia de ondas magnéticas que desde siempre han existido y que aunque no estábamos conformes con aquello que era solo una teoría, los científicos, alborozados, la revalidaron.

Rupert Sheldrake ha tratado de demostrar algo parecido de como sería una memoria universal que se transmite a cada especie, que es solo aprovechada por cada una de ellas y que puede controlar algunas modificaciones a través de una memoria genética, si ello cabe como explicación del cambio que puede producirse en la conducta novedosa, si así puede llamarse, de objetos, cosas y seres que para ser como son necesitan de un refuerzo formativo que el autor llama morfogénesis y que tiene como origen el contenido de la creación misma, y la memoria celular de todas las especies y modelos vivos así como de modelos aparentemente invariables.

Desde 1981, cuando el notable químico y biólogo inglés lanzó en su libro titulado Una Nueva Ciencia de la Vida, la ya conocida teoría, ahora ampliada en varios volúmenes, es objeto de estudio, por cuanto intenta demostrar que para cada especie existen “ondas” que solo son percibidas por la misma y que pueden modificar la conducta celular y los comportamientos, lo que significa que cada especie está en contacto con un sistema que actúa sobre su permanencia o cambio como especie.

La tesis, parecida al concepto de Carl G. Jung sobre los arquetipos y el inconsciente colectivo se asienta en pruebas químicas y físicas que permiten establecer como procesos históricos-naturales se repiten atraídos por ondas comunes a una misma especie, que parecen ser universales. Sheldrake señala como “hábitos de la naturaleza” lo que ha considerado como “la resonancia mórfica”, la posibilidad de que esas ondas, (imperceptibles, como son inaudibles las sonoras sin el uso de equipos), influyan en ciertos cambios de la naturaleza y aun mas, de las especies.

Sheldrake es biólogo con varios libros y una serie de alumnos que siguen su hipótesis. El más contundente de sus argumentos y a partir del que elabora su tesis sobre la morfogénesis es la prueba hecha sobre ratas que durante mucha dificultad acertaron con el paso de un intrincado laberinto en Inglaterra, y de otras de la misma especie que lo hicieron en Melborborne, Australia en pocos segundos, mostrando que las experiencias modificadoras de una especie, pueden transmitirse a la misma sin estar en contacto material, mediante posibles ondas existentes que influyen en cada especie, y aun en formas geológicas como los cristales como lo demuestra el estudio de la cristalografía.

Investigador de la Royal Society, para muchos, sus ideas son las de una especie de revolucionario, las de un nuevo Galileo que podría ser candidato a la hoguera. Otros lo consideran dueño de un inquietante pensamiento moderno. “O pur si muove”.

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