FIGURAS DE ESTE MUNDO

Pecadora arrepentida

A menudo Jesús manifestó la principal esfera de su misión con las mujeres. Así lo ilustra el episodio de la cena en casa de Simón el fariseo. En esta ocasión, este celoso guardián de la ley le había rogado que comiera con él. El Maestro aceptó la invitación, entró y se recostó a la mesa junto al anfitrión.

De pronto -según narra Lucas-, una mujer de la ciudad, que era una ‘pecadora’ (así llamaban a las prostitutas), entró y se tiró llorando a los pies de Cristo. Mientras lloraba, la mujer lavaba los pies del Redentor con sus lágrimas de profundo arrepentimiento y los secaba con sus cabellos. Después los ungió con un perfume que había traído en un vaso de alabastro. La ‘pecadora’, que buscaba desesperadamente el perdón de Dios, quería dar muestras de gratitud a su ¡Salvador!

Pero Simón pensaba para sus adentros: “Si este fuera profeta, ya sabría qué clase de mujer es esa que lo está tocando, y que es mujer pecadora”. Jesús, por su parte, leyó en el corazón de la ‘pecadora’ y luego en el corazón de Simón, y responde con la parábola de “Los dos deudores”. Su fin era ilustrar “un perdón que era incondicional y cuyo resultado fue el amor”.

He aquí la historia resumida: ‘Tenía un prestamista dos deudores. Uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, les perdonó a los dos la deuda. “¿Quién de los dos te parece que le amará más?”, preguntó Jesús. Respondió Simón en seguida: “Pienso que aquel a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado rectamente”. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; pero esta me ha regado los pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me has dado el ósculo y esta, desde que he entrado, no ha cesado de besar mis pies. No has ungido mi cabeza con el óleo, y esta ha ungido mis pies con su perfume. Por lo cual te digo que ha amado mucho porque muchos pecados le han sido perdonados”. Después, dirigiéndose a la mujer que confió en Él, le ratificó: “Se te perdonan tus pecados... Tu fe te ha salvado, vete en paz” (Lucas 7:36-50).

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