FUERA DE CÁMARA

La leyenda de Samuel Colt

En Estados Unidos la población civil está armada hasta los dientes… Los estadounidenses asumen como norma esta frase legendaria: “Dios hizo a los hombres… Samuel Colt los hizo iguales”, en alusión al respeto que generaba el Colt-45 que todo el mundo llevaba al cinto… La única condición es que el arma no sea automática --cuyo porte y uso tiene exclusividad militar--, pero igual puede ser una pistola, un revólver o un fusil “con características deportivas”. Ningún gobierno ha podido jamás eliminar ese vicio de la cultura americana.

Los americanos compran las armas de fuego por Internet --a través de Amazon, preferiblemente--, o por el correo tradicional como hizo Lee Harvey Oswald para adquirir el fusil de mira telescópica con el que asesinó a Kennedy en Dallas, el 22 de noviembre de 1963… “.. Un americano sin arma, es un americano sin alma”, reza un viejo dicho que se remonta al Viejo Oeste.

Las licencias para el porte de arma, sin embargo, tienen restricciones no así la tenencia que se reputa derecho consagrado en la Constitución “que hace a todos los ciudadanos iguales”. La tenencia incluye hasta la guantera del automóvil, pero el ciudadano no puede llevar el arma encima.

La licencia para el porte tiene muchas restricciones en los Estados Unidos y se limita a personas en permanente condición de riesgo, dignatarios, miembros de las agencias de seguridad o agentes especiales.

Nunca se concede a un ciudadano común y corriente.

Un café amargo La asidua colaboración de José Café parece que esta vez salió del “café danzante” de Barcelona, donde nació la historia del estudiante aquel… Y me niego a recibir una orientación inverosímil y carente del sentido de la legítima defensa: “Si un ladrón entra a tu casa y se quiere ir, déjalo ir… Si le disparas por la espalda, terminas pagando como cualquier homicida”.

Se refiere mi amigo --economista y sociólogo--, al caso del general retirado José del Carmen Ramírez Guerrero, El Ranger, que mató al delincuente Jesús Comas Encarnación que lo asaltó en su propia casa, lo golpeó y le quitó su arma de reglamento… “Van dos veces que ese militar pasa a fierro a un transgresor que ya se había ido…”, dice José con escaso tino.

Porque las imágenes del suceso no dejan duda de que El Ranger actuó en legítima defensa: Dos sujetos entran a su casa, lo encañonan, lo golpean, le quitan su pistola, le disparan y huyen dejándolo por muerto.

EL Ranger reacciona, busca el fusil que tiene cargado como general, persigue a los asaltantes y dispara. Uno muere… Cuando el muerto es buscado en los archivos policiales, aparece con siete fichas por robos, atracos a mano armada y violación de una menor… Pero aún así a El Ranger lo acusan de homicidio culposo.

El verdadero crimen fue de la Fiscalía que lo apresó, lo sometió y ahora busca su condena…

Perdió la perspectiva… … Donde José realmente pierde la perspectiva es en esta frase infeliz: “Es increíble que una persona manchada por dos asesinatos pueda salir de un tribunal con la frente tan en alto”.

El general El Ranger -- es lo más lamentable- -no salió del tribunal “con la frente en alto” como debió salir. Le impusieron una coerción de un millón de pesos como garantía económica, impedimento de salida y presentación periódica… ¡… Una injusticia que llora ante la presencia de Dios!

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