VIVENCIAS
Arreglando la casa

Hay que poner en orden la propia casa, para querer ordenar la de otro. Es lo que sucede en la actualidad con el papa Francisco. Lo demuestra cada segundo con sus pensamientos y pronunciamientos, como el del mensaje a los obispos de México, “entrando con pasos suaves como corresponde entrar en la casa”.
Entendiendo que el mundo en el cual el Señor llama a desarrollar la misión se ha vuelto muy complejo, ha dicho, que si nuestra mirada no testimonia haber visto a Jesús, entonces las palabras que recordamos de Él resultan solamente figuras retóricas vacías. Invita a enseñar la gramática necesaria para dialogar con Dios.
Clama por una mirada atenta y cercana, no adormecida y a evitar la conciencia anestesiada. Ruega para que no se caiga en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas. Invita a que se supere la tentación de la distancia, -dejando a cada uno el catálogo de las distancias que puedan existir- del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia, del comportamiento triunfal y de la autorreferencialidad. Improvisando dijo, peléense, si tienen que decirse cosas, díganselas, pero como hombres, en la cara y como hombres de Dios, que después van a rezar juntos, a discernir juntos y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal.
Que no se necesitan ´príncipesª, sino una comunidad de testigos del Señor, porque Cristo es la única luz; es el manantial de agua viva; de su respiro sale el Espíritu, que despliega las velas de la barca eclesial.
Ya decía Henry Boulad, que la Iglesia tiene hoy una necesidad imperiosa y urgente de una triple reforma: teológica y catequética para repensar la fe y reformularla de modo coherente para nuestros contemporáneos; pastoral para reformular de cabo a rabo las estructuras heredadas del pasado; y espiritual para revitalizar la mística y repensar los sacramentos con vista a darles una dimensión existencial, a articularlos con la vida.