PUNTO DE MIRA
Adiós a un reportero
A miles de kilómetros me llega la información de que Radhamés Virgilio convirtió en noticia su último aliento. Este periodista, que llegó a general, siempre actuó como soldado raso. Gómez Pepín es para todos nosotros inspirado maestro que tendía al aire su olfato periodístico para destapar poderosos cauces informativos.
La mejor defi nición de Radhamés es que siempre fue reportero.
Ese soldado que está e en el frente de batalla viendo matar y morir, que se mancha con la sangre de los acontecimientos, En los duros 12 años del gobierno de Joaquín Balaguer, donde lo represión no respetaba nombres ni cargos, Gómez P: abandonaba su escritorio de jefe de Redacción o Director para estar al lado de su tropa.
Estuvo en la primera fi la de los acontecimientos.
Radhamés podía hablar en primera persona porque era testigo de los acontecimientos. Tomaba riesgos como cualquier periodista.
En mis inicios en este ofi cio me alentó con su ejemplo. Tuve la oportunidad de trabajar con él cuando fue director del periódico El Sol. Allí calibré su pasión por las noticias y apego a los hechos.
Yo era encargado de la redacción y entregaba la edición a la medianoche, pero Radhamés no se iba dormir hasta revisar conmigo cada titular y contenidos de las noticias de primera página.
Incluso a veces, antes del cierre, llamaba para indagar sobre la marcha de los acontecimientos sobre todo cuando por alguna razón el ambiente estaba tenso. Además de que en el gobierno de Balaguer los decretos llegaban pasadas las 10 de la noche como para provocar desvelos a los funcionarios a los destituidos.
La historia recoge las convulsiones de los años del balaguerismo en el poder. Fueron años cargados de acontecimientos como la invasión de Francisco Alberto Caamaño Deñó por Playa Caracoles que alteró toda la vida pública y el régimen violó nuevamente todos los derechos ciudadanos.
Durante esos nefatos 12 años Radhamés dirigió las operaciones del combativo vespertino El Nacional. Fue jefe de redacción y luego su director. Le imprimió al diario su pasión y agresividad. Se inició en la redacción de El Caribe; allí que cubrió las noticias de Rafael Trujillo Molina, una labor que exigía sumo cuidado porque los errores se pagaban muy caro.
Vino a la capital como cadete de la Fuerza Aérea. Un accidente aéreo le mostró otro camino.
Radhamés muere con las botas puestas. Un periodista de verdad.