Parte I

Secuestro de la cultura dominicana

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Tomas Modesto GalánSanto Domingo

Premio de poesía Letras de ultramar 2014. El 16 de octubre fue nombrado Poeta del año, por The Americas Poetry Festival of New York 2015.

Cuando la cultura cae en manos de políticos enganchados a cultúrologos que ni son cultos ni tienen experiencia cultural, es una tragedia. Estos extraños Ministros de Cultura no pueden comprar alas para crear un discurso sobre el destino dominicano en su doble impronta. Esta es la triste reminiscencia de una antigua práctica balaguerista, cuando el ajedrez político estaba en manos de la sabiduría de un ciego que veía mas que sus sucedáneos, hoy aliados de los protagonistas de la tragedia actual. Ese discurso cultural debe ser un poema que no se puede escribir sin el corazón y sin un compromiso con el pueblo.

No hay política cultural incluyente ni en el interior ni en el exterior de la República Dominicana. Ni los discursos de su Santidad, el Papa Francisco I, visitante de ese fin de semana, ni los espíritus inconformes de José Martí, ni Cesar Vallejo fueron admitidos en la IX Feria del libro dominicano, escenificada días atrás en la escuela Secundaria Gregorio Luperón, ubicada en la avenida Ámsterdam, en Washington Heights.

Estos agentes del infortunio ferial solo se representan a si mismos. El ego no les permite otear los alrededores de la nada para saber si el pensamiento de Pedro Mir o el del ex presidente José Mujica pueden orientar este vacío. Somos un país, que ya no desea ser entendido como la teoría de un imposible. Somos un estrecho dudoso pero alguien debe despejar las sombras de tanto desconcierto.

No somos una hacienda personal de intereses pequeño burgueses o de algún ser predestinado a escribir una biografía cultural sobre el vacío crepuscular, donde los héroes se horrorizan de tanto ser nombrados por una religiosidad que solo genera idolatría para el progreso de los condenados.

El auto desprecio es la moda de los que buscan atributos y golosinas lúgubres para el sostén de la tribu. Dudo mucho que haya un presidente o un Dictador hermafrodita que recomiende públicamente políticas que fomenten su impopularidad. Sin embargo, hay una política cultural de la que solo se desprenden fantasmas furiosos y sensuales, ávidos de una violación en masa.

La muerte no puede parir cultura mas acéfala. Es una aberración provocada por la ceguera de un exilio descarriado, especializado en prometer un mundo ambiguo y necesario. Estamos frente a la ficción de la ficción. Se promueve y oficializa literatura y arte para unos y olvido para otros. Se especializan fondos para alimentar una caverna elitista y deshumanizante. Otra forma discreta del exilio tercermundista del Siglo 21.

La cultura en Nueva York no existe como proyecto de liberación de doble nacionalidad. Financiamos el abandono. Es simbólica. El horror es indiscreto y selectivo. Nunca fue incluyente. Se trata de otra aberración hipócrita. Germinó cuando el estado dominicano se alejó del proyecto humano y enterró su obra de servicio ciudadano. Entonces resurgió un festival de máscaras blancas. Se dedicó a modernizarse para desmodernizarse o modernizarse para feudalizarse, fomentando un canibalismo cultural que corroe los cimientos de la sociedad dominicana actual.

Desde una geometría de líneas cruzadas, nos hemos ido fragmentando en islas sofocantes, donde prosperidad y méritos son mas personales. Germinan a imagen y semejanza de lo que ocurre en las cúpulas de un antro, donde hay una mentalidad de auto destrucción, de anquilosamiento colectivo.

Hay una idea falsa de que el poder es sagrado. El desorden si se instituye como tal en medio de la confusión nos sacan la cartera y nos cambian las máscaras identitarias. Un caos de doble nacionalidad los hace intocables. Un yo arcaico le inyecta caudillismo al concepto de autoridad deficitaria. Ninguna cuestiona su falsa autonomía: Yo soy yo aunque este pronombre se esconda en los órganos perdidos de una carnicería desoladora, a la que llamamos Cultura Plural, cuando es Vanidad Segregadora. Reclama la invención de un nosotros desacreditado por los abrazos y los besos de Judas. Es una caverna también llena de traidores adorables, convictos invisibles, donde hay algunos inocentes de sus culpas, silenciados por un despotismo superficial. Es la otredad de una vieja conspiración contra el deber. Somos herederos de una tragicomedia donde el pueblo ni siquiera participa de su muerte mas risueña.

Como producto del éxodo provocado por el fracaso de la política globalizadora, la multiplicación del asombro nos expone a más de una angustia o a otras potencialidades míticas de la democracia infuncional y el despotismo.

Hay ahora dos Ministros de cultura. Uno grande y otro tan pequeño como una hormiga. El poderoso canta, arrastra una guitarra muda o una tambora adonde quiera que va. El otro es un poeta de la prontitud pública. Declama para hacer de la cultura un lugar apacible para dormir la infancia frente a una ventana oligárquica. Ambos Ministros, uno del Obelisco y otro de la calle 145 aunque al de NY le llamen Comisionado, derivado de Comissioner, americanizando el cargo, encumbrando la máscara lingüística de otra identidad falsa. Ambos inventos llegan a sus posiciones a través de decretos que nada tienen que ver con su preparación, su liderazgo o su obra de servicio al prójimo.

Este texto puede confundirse con un poema hiperbólico o una diatriba justiciera pero aquí en NY nadie en ese pedestal actual, pasa un examen de ciudadanía cultural con C PLUS. Desafortunadamente, ni sicólogos ni sociólogos se han detenido a analizar la composición social de tanta inocencia. Nadie responde preguntas o expone sus ideas frente a un jurado comunitario competente. A los dos desafortunados los señala un dedo taciturno ( silente, palaciego). No son legítimos. Ni siquiera ante la sombra del poder ni en el deseo de sus víctimas. El de allá y el de acá, aunque sean extranjeros en sus funciones, se repelen como el agua y el aceite. Como puede haber futuro en esas circunstancias? El Ministro de cultura de la calle 145, el actual, se desgastó cuando huyó de sus orígenes, cuando se desmanteló “el proyecto” misterioso por sus ambiciones políticas personales. Hoy más que ayer, cunde una pestilencia ajena a los intereses de la cultura.

Anterior a la súper breve y fallida administración del historiador Luis Álvarez, administraba la cultura un dúo dinámico de “sabios” en dos fronteras. Creo que era un dúo regional. Por primera vez una Media Isla imponía su modelo a una calle del imperio. Se sentía el humor apareado de un romance cultural entre el Ministro del Obelisco y el del pequeño Ministerio de la avenida Ámsterdam, capitaneado con manos diestras y siniestras, por el Dr. Franklin Gutiérrez. Como hijo del asombro, luego de su renuncia, fue investido como héroe de un destierro que lo hizo popular en los predios de la comunidad literaria de la diáspora que hizo de la calle 181 su Zona Cero Criolla. Una doble moral de un olvido azaroso y maldito, alimento el gesto grandioso de un hombre que cuida la posteridad como un Balaguer joven. Su obra pedagógica lo salvó de la absoluta soledad. Fue una metamorfosis que lo transformó en asesor del antro cultural y figura hegemónica de una nueva generación de creadores, deseosos de aprovechar sus sabios conocimientos y empujar la barca hasta el Hudson o el Bronx River. Entonces, la magia del retiro amoroso, lo hizo reaparecer como el crítico, el novelista, el barón de un cementerio dulce. Jamás volvió a recitar sus poemas. La bibliografía ya no era su alimento principal. Abrimos los brazos para acogerlo.

Entre el 2004 y el 2008 se sintió otro aroma. Había un olor a florecimiento de una cultura ferial subterránea, cimentada en la experiencia del fundador de la Gran Feria Internacional de la Plaza de la Cultura. Los safaris armados para esa Odisea contaban con un deseo de “hacer notar” que en NY había “algo especial” que tenía que ver con la lealtad a la cultura colonial de allá, la que reproducía lo nacional y donde los expositores, algunas veces eran los sombríos héroes de la partidocracia actual.

Teníamos un déspota que se las ingeniaba para que apareciéramos en la avenida de la Plaza de la cultura, al lado de Café Bohemio, aunque muy raras veces alguien del Concordato Cultural del Ministro, Dr. Rafael Lantigua, mostrara interés por saber si en esa “tienda cultural” extraña, había futuro o germinaba un Tigueraje fino, lleno de catadores de la agonía. Una caterva de Soñadores exiliados. El Gran Filólogo del Obelisco llenaba su sala en el Boricua College, en la 155 con Broadway. Después de la bendición del Cura y de sus monaguillos ideológicos, los personajes oficiales sacaban su comida aparte y cierto estrellato civil, pero no se puede negar que aquella ética feudal tenía otro brillo. Seducía a los sordomudos y a los poetas cortesanos. Despedía el fulgor antiguo de la nueva distancia liberadora. Tal vez dominaba otra discreción.

Por fortuna para nuestra gleba y feligresía, el Cacique Cultural, el Ministro de la Casa de Ámsterdam, era mas respetable que el actual. Lo salvaba su estatus académico, el diccionario, la velocidad polifacética de su creatividad y su amor a las muertes literarias. Buscaba en los cementerios de los corredores culturales del mundo una respuesta al destino de la diáspora. Nunca la encontró. Todavía no había micrófono abierto ni humildad en el deber. Era una democracia controlada. Tampoco era una Dictadura con apoyo popular. Era Inquietante. Austera. Agridulce. La élite oficial llenaba las pocas sillas de los salones perfumados de la escuela Hermanas Mirabal, de la avenida Ámsterdam o la de la universidad Boricua College, segundo préstamo inmobiliario, para garantizar el sube y baja de las letras minúsculas y mayúsculas. Era un festival de Grandeza y Silencio. Estaba prohibido, tácitamente, conversar con los Sabios de la Grecia caribeña, atrincherada en el Gran Salón del primer piso. Estaba prohibido el debate sobre si la lectura era un tesoro o liberaba a los enemigos del pueblo.

Quienes éramos nosotros para asumir que existíamos? Pero el Concordato regional se manejaba con otra altura. Tomábamos muy en serio, cuando hablaban estos Doctores, Caudillos culturales o algún dirigente del partido único de entonces. En esa época, no muy remota, venían los mismos maestros de las Letras Históricas a saborear el clima temeroso de un turismo emocionante. No hay ni habían otros escritores en Republica Dominicana interesados en compartir con la cultura en el exterior. No estemos tan seguros de ese axioma sospechoso. Solo ellos. Siempre y después. No pregunten por que. Nadie tiene respuesta publica ni se comenta en las evaluaciones discretas. Y cuidado si usted levanta la voz o si un Nosotros escribe algo sobre esto.

Ya no somos los revolucionarios de la dedada del 60 y 70 ni los filósofos de la poesía inteligente de los años 80. Nos siguen los agentes encubiertos y los jefes nos quitan el derecho a existir. A menos que esto no sea un secuestro inútil, o para no restarle castidad a la desvergüenza, puede ser un juego de niños traviesos. Solo matan con pistolas de agua.

Hoy, a ley de dos meses del 2016, hay cambios en la Casa tomada. El músico mas grande castigaba al actor, al de la calle 145 cuando este aún era un feto cultural innombrable o un aborto de la infamia. Ambos son siameses en el folklore mortuorio, pero para reconocer sus méritos, son excelentes comediantes. Son payasos de una gleba invisible que acumula capital moral, sin hacer nada para transformar la historia de la ignorancia en las dos orillas. Y si conjugamos el verbo hacer, ellos escogen otros mas precisos: simular, actuar, cautivar con total desenfado. Solo provocan risa en los velorios o en las inauguraciones de una matanza teatral que va mas allá de la inauguración en el United Palace donde se inaugura la Gran Matanza.

Nadie se los toma en serio. Hoy en día es muy poco lo que se toma en serio. Si habla un rector o un presidente elegido para tapar hoyos o lanzar gallinas desde un helicóptero, la marcha hacia el silencio sigue su agitado curso. La seriedad está en posesión de un ex convicto o de un presidiario o de un agente de seguridad que duerme con su arma de reglamento, mientras cuida un banco. No hay consultas populares para ayudarlos a desistir del genocidio cultural. Hay consenso político partidista y con mucha frecuencia, oportunista, suciamente poético.

La comunidad no conoce su pasado porque la tal comunidad, tampoco existe. No se le permite siquiera que simule existir. No reacciona. No pregunta quienes arrastran su ataúd para que se lo robe un sindicato mortuorio de la otra diáspora. Todavía no se sabe con rigor donde están sus lapidarios mas románticos. El Mall nos espera y los niños no han hecho la tarea en el auto ni la primera comunión en la bodega, ahora que el Papa Francisco I nos ha jalado las orejas durante la ultima feria de la diáspora. Así nos llaman los sabios. Nos condenan dos vacíos. Dos fronteras simultáneas que convergen en un desencuentro en la vanidad. Para ellos solo somos la carne de un cañón adverso. Dispara en más de una geografía sospechosa. Ataca en las provincias. Muerde en los barrios marginados. Estos personajes inventados por las circunstancias y magnificados por una corte de lambones impunes, tampoco saben de su currículum y poco les importa el nuestro.

Con todo lo antes dicho, la comunidad no deja de ser sabia para intuir seguimiento, por las vías posibles, al terruño que tuvieron que abandonar y a la tarea turística de creer que el barco se mueve fuera de si mismo. La maquinaria de alienación nada sobre el vacío. Solo interesan los negocios de masas como las llamadas Paradas que ocupan los camiones de basura de Grand Concourse, desfiles sospechosos de vacuidad entusiasta, festivales callejeros mostrencos, o el teatro íntimo del progreso sin límite, casi anónimo, de la cultura en el exterior.

El público no sabe de sus instituciones. No suele implicarse en su accionar diario. Todavía no sabemos donde se oculta La Sociedad de padres y amigos de la escuela. La cultura es un lujo de ángeles y bandidos, arrogantes y pendencieros, cínicos y profetas, mercenarios y oligarcas, sátrapas y ciguapas, galipotes y brujos. Pero hay extrañeza cuando se oye hablar de un poeta, y peor aun si una mujer se juega el tiempo del amor o la dicha de parir para perecer en un poema, o decide protestar por este machismo aterrador o lanza libros desde un avión sobre Palestinas Fantasmales, o evalúa la metáfora del circo de la última Feria de la paz y confraternidad inmunda; u otra mas anónima escapa de una factoría para dar sentido a una lectura migratoria. Hay esperanzas en este circo migratorio que proclama la mismidad y baila la Chikungunya? Son los sabios del reino de la incertidumbre.

Mas que bochinche, hay invención de la alegría a través del espectáculo. Nunca imaginación para liberarnos de la tristeza y del aburrimiento, de la apatía que ajusta sus cuentas, de las frustraciones del alejamiento y de los temores del regreso. Pero continuando con la incapacidad de dialogo, decíamos que lo institucional es un mito. Parecemos países sin constitución, militarizados por el desamor. Barcos sin brújulas anclados en una isla imaginaria.

Tal parece que no es conveniente que haya verdadera comunicación cultural. Dialogar es un acto de resistencia contra el olvido. El lujo se hace vertical para ensombrecer la idea de comunidad airosa en sus cadenas. Lo que vemos en el Ministerio de NY son funcionarios que firman acuerdos, previamente fallidos, que en el fondo devienen en desacuerdos con los principios que deben iluminar los imaginarios proyectos culturales. Les cito un caso triste porque desmiente los fines proclamados frente al público. Comienzan en la ficción y terminan con discursos, cámaras, fotografías y un periodismo falso que hace reír a los cínicos leones que miran desde sus torres.

Los que se burlan de Julian Assang y Eduard Snowden, hacen un reporte de contabilidad periodística para justificar la garata con puño como estilo de vida. Celebran una mentira de la cual tampoco estamos plenamente conscientes. Somos parte de un juego azaroso y brutal. Llenamos un rompecabezas donde a veces aparece una sala como la del maestro Darío Tejada, profesional competente, dirigiendo unos temas altamente edificantes. Por otro lado, participamos de eventos o presentaciones interesantes pero repetidas hasta el desden.

Somos parte de una broma que degenera en apatía. No hay lucha de contrarios que ponga de relieve signos de una nueva inteligencia. Sufrimos de una afasia colectiva aunque seamos virtuosos del escándalo. Antes amábamos sin el temor de ser amados. Caíamos bien hasta fuera del Tigueraje de saco y corbata. Para estos genios adorables somos otra isla anónima. Desechable. Otros negros. Otros indígenas inventados por la miseria. Otros mestizos celebrando la hispanofilia del desconsuelo, del ser que no nos hace dudar de la eficacia de la historia colonial mas reciente. Para los sabios de la cultura, los opositores deben portarse bien. Ser obedientes si el interior y el exterior se confunden eróticamente. Jugamos a la supervivencia sin solvencia ética ni material. Celebramos un nacionalismo arcaico y redentor. Liberador pero timorato. No aterriza en el presente.

Si los disidentes arriban a compartir el antro de nuestro Ministerio, argumentando que tienen el mismo derecho, son eliminados, después de apagar las cámaras. Pero los gestos, las distancias y la ridiculez de restar elegancia o amor a los hijos descarriados, no impide que oigamos disparos simbólicos. Drones del egoísmo de una liberación misteriosa. O desaparecen bajo un bombardeo diseminado por la falta de autoestima e ineptitud. Lo mismo da: Son eliminados igual que los del patio exterior de aquí o de allá. No responden a líneas de pensamientos trazados previamente.

Todo a nuestro alrededor es una copia de la democracia del silencio. Celebramos nuestros triunfos en voz baja, como si nos diera vergüenza compartir el éxito sentenciado. Nos reducen los espacios y limitan las miradas. Tanto en el antro nacional o transnacional somos aves raras, auras tiñosas o buitres invasores de una geografía privatizada. Se diseña una frontera para que el arte muera sin público y con jugosas esperanzas lapidarias. Es mejor copiar que crear. El poema ha sido secuestrado por los amos. Hay un susurro aterrador en el campo de concentración de la cultura remota. Somos parte de otro destierro secreto.

Hay un sistema prebendario exitoso pero insultante. El Ministerio de cultura del exterior te publica un libro, te paga un viaje para que puedas presentar un libro muerto antes de nacer. Algunas veces es un libro sospechoso de su selección personalizada. Hay que sospechar de la proximidad corruptora del poder. El libro se presenta en la orfandad mas ruin. No hay un método que despersonalice el estilo de dirección. La agenda del editor y la ilusión del escritor abrazan su vacío. Son diálogos burocráticos que se mueven entre una tormenta fría y una caliente.

Es una pelea entre dos francotiradores que se gesta a distancia. Virtualmente. Lo triste de todo es que el mismo Ministro de la calle 145 pierde contacto con el compromiso. El autor se ve inmolado por la turbiedad de las aguas. En el 2014 lograron salir por la parte de atrás de un avión parecido a los de Irak, los primeros tres libros muertos de un acuerdo silenciado. Este secreto no es de estado. Cada quien tendrá oportunidad de defender una farsa. El estado dominicano paga por estas mentiras. Un libro es una empresa que tiene como objetivo final conquistar y comprometer un lector que mañana salve u honre al país o a su familia. Fomenta independencia. Lucidez del pensamiento. Amor por la cultura. La conclusión no es un discurso sobre las ejecutorias del Ministro de la calle 145 o el de la guitarra muda del purgatorio del Obelisco. Tampoco es una fotografía o una nota de prensa, tan extensa que es inútil leerla. Pero cuidado con este oficio de remate. Actualmente es una lucha solitaria entre dos fantasmas. Cuando el libro sale, la tragedia es mayor. El hijo del sueño y la añoranza anda sin alas, bajo una claridad aterradora. Yacen escondidos en las cajas del viaje al Paraíso de NY o está preso en un estante polvoriento. Si su autor no es un representante oficial o un miembro del equipo de pelota literario, no repiten tantos correos y las llamadas pueden desaparecer. Baja el entusiasmo.

La muerte del libro no es su desaparición física ni tampoco su virtualidad electrónica. Es el genocidio cultural de una masa que ha sido condenada a la ignorancia en más de una frontera. Se implanta la ley marcial de una Ruanda cultural en el Caribe invernal del silencio. No hay poderes fácticos que la proclamen. Las víctimas ni siquiera saben de su muerte.

Nota: Si quiere saber mas sobre su autor, consulte su pagina Web: tomasmodestogalan.com

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