FE Y ACONTECER
“El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos”
Domingo XXIX del Tiempo Ordinario
a) Del libro de Isaías 53, 10-11. Es el primero de los grandes profetas. Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor - a Isaías, que en hebreo significa “El Señor salva”. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el reinado de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el nombre de Trito-isaías o de Isaías III. (Cfr. La Biblia de nuestro pueblo. Comentario - introducción al texto del gran Profeta, P. Luis Alonso Schˆkel).
Tenemos como primera lectura de la liturgia de hoy los versos 10 y 11 del capítulo 53 de Isaías: “El Señor quería triturarlo con el sufrimiento: si entrega su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años y por su medio triunfará el plan del Señor. Por los trabajos soportados verá la luz, se saciará de saber; mi siervo inocente rehabilitará a todos porque cargó con sus crímenes”.
b) De la Carta a los Hebreos 4, 14-16. Los destinatarios de esta carta (los hebreos), podrían entenderse los miembros del pueblo de Israel, que en todo el Antiguo Testamento, eran precisamente los judíos, pero quien haya estudiado esta carta sabe que de ninguna manera puede referirse al pueblo de Israel, simple y llanamente porque también en el capítulo 4 de la misma, dice: “Nadie puede tomar tal dignidad para sí mismo si no es llamado por Dios, como
Aarón. Del mismo modo Cristo no se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió del que le dijo: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy; y en otro pasaje: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.
Si antes presentó a este Sumo Sacerdote, Jesús, como fiel, ahora lo presenta con uno de sus títulos más atrayentes: “compasivo”. Es éste uno de los atributos clásicos de Dios en el Antiguo Testamento que aparece tanto en la Ley: “El Señor, el Dios compasivo y clemente”, como en los Salmos: “Él rescata tu vida, y te corona con su bondad y compasión”, y en los Profetas: “Si es mi hijo querido Efraín, mi niño, mi encanto... se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión”.
En Jesús, la compasión de Dios alcanza su máxima expresión. Él es la compasión divina hecha hombre.
c) Del Evangelio según San Marcos 10, 35-45.
En este párrafo del evangelio hay tres partes bien definidas. En la primera encontramos la petición de Santiago y Juan, que ceden a la ambición de poder. Jesús les preguntó: ¿Qué quieren de mí? Le respondieron: - Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús replicó: - No saben lo que piden. ¿Son capaces de beber la copa que yo he de beber o recibir el bautismo que yo voy a recibir? Ellos respondieron: - Podemos. Jesús les dijo: La copa que yo voy a beber la beberán ustedes, el bautismo que yo voy a recibir también lo recibirán ustedes, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado. Cuando los otros lo oyeron se enojaron con Santiago y Juan. Pero Jesús los llamó y les dijo: - Saben que entre los paganos los que son tenidos por gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus dueños y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera ser grande que se haga servidor de los demás; y quien quiera ser el primero que se haga sirviente de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos.
Jesús no pierde ocasión para enseñar a todos los Apóstoles, futuros guías de su Pueblo, sobre la función que habrán de desempeñar en la comunidad.
La autoridad y la responsabilidad, e incluso la fraternidad, en el grupo de los que seguimos a Cristo es sinónimo de servicio. El dominio, el autoritarismo, la ambición y la voluntad de poder no tienen cabida en la comunidad eclesial.
Es evidente que Jesús contrapone dos estilos de autoridad diametralmente opuestos: mandar dominando, o bien servir sin pasar factura. El primero era la idea original de los Apóstoles y el modelo habitual de la sociedad civil, por muy democrática que parezca, el segundo es el modelo de autoridad que Jesús quiere para su Iglesia. (Cfr. B. Caballero, En las fuentes de la Palabra, comentario al texto del Evangelio de este Domingo).