El golpe a Bosch y el asesinato de Gaitán
Sí, así lo vemos. Similar a lo que le ocurrió a Colombia tras el asesinato absurdo, injusto y extemporáneo del licenciado Jorge Eliécer Gaitán en abril del 1948.
Para la época (1948), nadie en Colombia tenía dudas de que el licenciado Gaitán ganaría las elecciones que se avecinaban en ese país. Era el mítico defensor de los trabajadores explotados por las bananeras, pero nunca se supo quien específicamente ordenó su muerte.
El país tuvo la sensación de quién se beneficiaba con la muerte de Gaitán, y arremetió sin pensarlo dos veces contra el status quo. Fue lo que para entonces se definió como el “Bogotazo”.
Algo parecido se produjo en este país, aunque de otra manera, cuando se materializó el golpe de Estado al gobierno legítimo del profesor Juan Bosch, aquel fatídico 25 de septiembre de 1963.
En el caso colombiano nunca se definió quién ordenó el asesinato del eminente político, en el caso dominicano fue obvio no quien dio la orden, sino quien promovió la materialización del fenómeno del Golpe de Estado.
En ambos casos la reacción popular fue intensa e inmediata, aunque en el caso dominicano sufrimos la pérdida en tiempos diferentes de Manolo Tavárez Justo y sus compañeros de guerrilla, así como posteriormente la muerte del líder militar de Abril, coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. La muerte en tiempos diferentes de estos dos personajes dejaron un intenso vacío en la consciencia de las sociedades colombiana y dominicana. Parecería que se trataba de un “sino fatal” el de oponerse a la derecha y en la defensa de los intereses populares.
No se producen episodios iguales, en ambos países, pero el nivel de reacción se entiende que obedece al rechazo del pueblo y a las acciones de la derecha política de entonces.
Ni allá ni aquí esos crímenes sociales quedaron impunes, la reacción fue contundente y en el caso dominicano también fue inmenso, pues los responsables del crimen social tuvieron que pagar con su propia desgracia social. Ninguno se rehabilitó jamás del olvido que le causó su fechoría.
Resulta dolorosamente cierto, sin embargo, el averno que se batió sin límite sobre la población de ambos pueblos y, muy especialmente, sobre la juventud.
Miles de jóvenes han perdido sus vidas tanto allá como aquí tratando de re-encausar a la sociedad, pero la pérdida de esas vidas jóvenes y con expectativas de servir de la mejor manera a sus respectivos pueblos, ni siquiera se puede evaluar, sino lamentar y aspirar a que su ejemplo inspire a las nuevas juventudes por el camino del bien, el legítimo progreso, el conocimiento y la solidaridad humana.
En algún momento del futuro surgirá un artista virtuoso y suficientemente sensible que tendrá la dicha de plasmar para siempre la eternidad del sacrificio y el llamado a las buenas acciones políticas, sociales y humanas. Y diciéndole a todos que la juventud sacrificada en su tiempo desde México hasta Argentina, en el Caribe y en Colombia y Venezuela, todas hablan en la voz grave y ronca de Bolívar.
Todos comprenderemos que, sin disparar un tiro, como no sea el timbre ronco de la igualdad, estos pueblos quedaran convocados a construir una patria nuevamente regenerada y en donde no se matarán ideas, ni rebeldías, sino que la instancia es la verdad “con caridad para todos y sin malicia para nadie”.
Será el momento eximio cortejado por una nueva historia agradecida, pacífica y constructiva. Una nueva vida y una nueva sociedad, un nuevo proceso y una esplendente y nueva realidad. Los malos ya no tendrán protagonismo y su reino habrá terminado.
