PANCARTA
PLD-PRD, renegados del Bosch tumbado en 1963

No escribo novelas. No soy poeta ni presumo de intelectual. Apenas llego a testigo durante más de 50 años del proceso socio-político en República Dominicana.
Decenas de miles de ciudadanos dicen que registran décadas siguiendo al PLD y al PRD; conocimiento “de causa” que les permite hablar con propiedad de ambas siglas fundadas por Juan Bosch: particularmente de su paso a la perversidad más perversa (vale la redundancia).
No se puede proteger a estos dos partidos de críticas a sus bellaquerías.
Dada la ausencia de señales para enjuiciar decenas de casos de mayúscula corrupción, se infiere que es reivindicar la impunidad cuando se postula no tirar piedras hacia atrás.
La expresión azoraba cuando se pronunció por primera vez.
Pero al pasar los años, se tornó parte del discurso oficialista.
Recuerde que la costumbre hace ley. Especialmente luego de los pactos antológicos. Primero Danilo-Leonel, todo incluido.
Luego el pacto Medina-Vargas (valga la repugnancia).
En ambos pactos brilló la ausencia de un protocolo moral, simultáneamente con la presencia de un plan para imponer a cualquier costo una reforma constitucional como puente a la reelección.
Ese comportamiento marca la diferencia ética entre Juan Bosch y el binomio PLD-PRD, sus herederos renegados.
La reforma implicó millones de pesos en efectivo y mucho más millones pagados en especie (exoneraciones, nóminas, prebendas), agregándose el retorno en sumas millonarias a los legisladores y alcaldes que continuarán por cuatro más, sin arrugas, sin rifas ni sorteos.
En RD no se sale de un escándalo cuando de inmediato estalla otro, o más en dependencias estatales; por fraudes, narcotráfico, asesinatos a cualquier hora, etc.
El país se encamina a una situación de pronóstico reservado, mientras el jolgorio reeleccionista marcha inmutable, pese a que frecuentemente afloran en el firmamento siluetas siniestras como la torre Atiemar.
La propaganda oficialista es un tsunami de recursos sin vigilancia de veedores, carente de oidores y huérfana de olfateadores.
Al Presidente que no robó, le dieron un golpe de Estado en 1963 por ser abanderado de la constitucionalidad y por su respeto por el dinero público.
Contrariamente, connotados discípulos hacen de la Constitución un relajo, mientras profesan mucho afecto, devoción y apego por el mismo dinero público.
