VIVENCIAS
Los delincuentes y Jesús

Jesús tuvo contacto con delincuentes, compartió con ellos y los acogió pero nunca anduvo con ellos.
La razón de esta afirmación tan categórica la hago, porque hay gente que quiere justificar su compañía y sociedad con personas reconocidas por sus actos delictivos (algunos con oficinas pomposas) aduciendo que Jesús tuvo a su lado a delincuentes y prostitutas, y llegando al extremo de decir o que los van a convertir o que ellos son ajenos a estos actos.
Lo que no dicen estos desfasados del mensaje cristiano, que Jesús por compasión y misericordia, perdonaba a aquellos que se arrepentían de su mal accionar, pero nunca estuvo de acuerdo ni apoyó los actos reñidos con las buenas costumbres. Esta situación, me recuerda lo que me contara un amigo abogado, que llevaba un caso muy delicado en los tribunales, y que en el transcurso del proceso uno de los expedientes importantes se encontraba extraviado.
Razón por la cual decidió informarle al juez presidente del tribunal apoderado de esta situación.
Como en este caso había otros abogados envueltos, representando a su vez a otros clientes y otros intereses, que se veían también afectados por la situación, decidieron en conjunto visitar al juez apoderado para informarle de la situación.
Cuando el juez vio entrar a este amigo en compañía de estos dos abogados, no los dejó hablar, y fijando su mirada en el amigo le dijo, “doctor pero usted anda muy mal acompañado”.
Este hecho tiene dos lecturas, nadie puede justificar que andando con “malas juntas” pueda salir indemne de esta perniciosa influencia; como tampoco que pueda afirmar no tener responsabilidad en una sociedad caracterizada no precisamente por su honestidad y seriedad.
Para los creyentes que juegan a este doble papel les va lo que dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 15, 33: “No se dejen engañar las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. Muy pocos cristianos llegan a comprender que mientras vamos en busca de lo incierto, perdemos lo seguro. En puridad de verdad, a veces puede más la ambición, la seguridad y el poder que un cristianismo auténtico.
