FUNDACIÓN SALESIANA CON DON BOSCO
El Papa en Cuba

El Papa Francisco está siendo un verdadero maestro para toda la humanidad. Sus enseñanzas nos enriquecen a todos. Por eso es bueno seguirlo de cerca.
“Pontífice” es el título que se atribuye el Papa y que es una palabra compuesta de “puente” y de “hacer”. Esta es, precisamente, la misión que el Papa Francisco quiere realizar, “hacer de puente”.
Con la visita a Cuba y a Estados Unidos el Papa pretende tender puentes para que se dé la reconciliación entre los cubanos, entre aquellos partidarios de la revolución y los partidarios de la libertad. Y del mismo modo está tratando de hacer de puente para legitimar el proceso de restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Ciertamente, el Papa siente que su misión es ser mensajero de paz en un mundo tan dividido y en guerra. Ya en el avión a los periodistas del dijo: “Yo les agradezco todo aquello que hagan en su trabajo por hacer puentes. Pequeños puentes, pequeños, pero un pequeño puente, otro, otro, hacen un gran puente hacia la paz”.
Lo que afirma el Papa, donde quiera que lo diga, es una enseñanza para todos. El Papa tiene un magisterio universal. En la preparación de este viaje, en un encuentro con cinco jóvenes cubanos y cinco de los Estados Unidos, uno le preguntaba sobre su liderazgo en el mundo y el Papa le hizo ver cómo el verdadero liderazgo es el que provoca el liderazgo de los demás, pues cuando no es así esa persona no es un líder sino un tirano, un dictador.
El Papa ha manifestado su alegría de estar en Cuba, un lugar privilegiado, y en el aeropuerto su primer mensaje ha sido reiterar la importancia de “que Cuba se abra al mundo”.
En la homilía del domingo, inspirado en el Evangelio de la misa, el Santo Padre dejó muy claro su principal mensaje: “La importancia de un pueblo, de una nación, la importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve a la fragilidad de sus hermanos. El servicio nunca es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas”.
Cuando se reunió con los jóvenes, les animó a que “sean capaces de crear la amistad social” y a que eviten los “conventillos de las ideologías o las religiones”. Les puso sobreaviso de cómo la enemistad destruye la familia, destruye el país y puede destruir el mundo. También, les invitó a soñar. “Soñar que el mundo con ustedes puede ser distinto, soñar que si ustedes ponen lo mejor de ustedes van a ayudar a que ese mundo sea distinto”. Sus palabras fueron una llamada a la esperanza. “Sueñen en grande, no pierdan la esperanza y propicien la cultura del encuentro”.
En el encuentro con los religiosos y los sacerdotes les dijo que hay que amar la pobreza como madre, y que hay que servir a los pequeños, a los abandonados, a los enfermos, a los que nadie quiere. En estos lugares son “donde la ternura y la misericordia del Padre se hacen caricia”.
Termino con este mensaje: “La mirada de Jesús transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazónÖ”.