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Caso de Haití sin resolver

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Al margen de un protagonismo inusual en materia de su preferencia sexual, que muchos sectores del país le han criticado, creemos que el representante diplomático ofi - cial de los Estados Unidos es un gran embajador. Sencillamente el hombre vino con su agenda de trabajo y la está aplicando, interactuando con los distintos sectores, y “amarrando” donde considera estratégico, comenzando con el tema migratorio con respecto a Haití. Por eso se dejó caer hace unos días por la zona fronteriza -se entiende que en labores de “supervisión”-, donde se expresó en términos positivos sobre la aplicación del plan de “repartición” de indocumentados haitianos por parte del gobierno dominicano.

En iguales términos –y ¡vaya coincidencia¡- se expresó también el Canciller del país vecino, pese a desafortunadas intervenciones suyas anteriores en escenarios internacionales y desde su propio territorio. Y lo penosó, para fi nes de los intereses patrios, y del futuro mismo de nuestra nación, es que la satisfacción o “visto bueno” expresados por las dos fi guras internacionales con respecto al manejo de las “repatriaciones” obedecen, sencillamente, a que es muy poco o nada lo que se ha estado -y está -“repatriando”.

La realidad es que de allá para acá ocurre, de manera permanente, una especie de “entren todos”, pero de aquí para allá... mucho protocolo, mucha delicadeza y mucho “bulto”. En pocas palabras, la “satisfacción” ajena viene por el hecho de que las cosas en materia de control migratorio, las autoridades nuestras las llevan a cabo como el gobierno haitiano, y la comunidad internacional lo han pedido y lo han planteado, incluso muchas veces a modo de chantaje, pero no como le conviene al país, y a lo que tiene derecho, como todas las naciones soberanas.

Si lo que está ocurriendo no es que al país y al gobierno nuestro le han “doblado el brazo” con el tema de las “repatriaciones”, entonces no sé cómo llamarle a eso, que no es bueno ni apunta a nada prometedor en poco tiempo. En efecto, el problema haitiano –y ojalá no sea por razones políticoelectorales-, en vez de resolverlo o ponerle a punto en alguna parte, prácticamente se ha ido de las manos, y se hace más grande todos los días. ¿Hasta dónde vamos a dar pie a que el mal, que lo es, termine arropándonos a todos? En esa triste y penosa realidad, a la que muchos no temen ni quieren ver, estamos encubando una peligrosa explosión social y política de impredecibles consecuencias para la paz social y la pervivencias mismas de esta parte de la isla como nación independiente y soberana. Hasta la Merkel dice: “El que no llene los requisitos de asilo debe regresar rápidamente a su país”. ¿...Entonces?

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