Sangre, sudor y lágrimas
Los gobiernos peledeístas han tenido éxito haciéndonos creer el cuento de un crecimiento económico sostenido. Han sabido vendernos la historia, y cuando nos dimos cuenta, ya teníamos un partido-Estado. Enquistado desde hace casi dos décadas y con la misma voracidad. Pero más allá de las críticas que se les pueda hacer en el manejo de lo público y el estilo avasallante con que han mal administrado la República en esos períodos, hay un elemento central. El cuento con el que el PLD se vende al país es el del crecimiento económico. Y ese supuesto crecimiento no llega a las grandes mayorías. No llega en servicios públicos que cada día llegan, cuando llegan, más limitados y a menos lugares. No llega en la redistribución del ingreso, para botón de muestra basta cualquier barrio del Distrito Nacional, donde la miseria y la pobreza extrema son la norma. No llega a los barrios donde la cultura de violencia arropa a quienes luchan día a día por sobrevivir malpasando. No llega donde la policía sobrevive, también, con sueldos de miseria y nos condena a vivir llenos de temor por la criminalidad.
El Partido de la Liberación Dominicana le debe muchas explicaciones al país sobre el famoso crecimiento. Porque la situación que llevamos años viviendo nos ha llevado a una clase media disminuida, cargada de impuestos injustos, mientras el lujo se pasea entre los tulioturpenes de la nueva oligarquía de la impunidad. Parecería que el crecimiento de la economía dominicana se hubiera acogido a la ley del embudo: lo ancho para ellos y lo estrecho para uno. Porque el crecimiento no cubre los défi cit de la energía, ni los grandes problemas del sector salud, la carestía de la vivienda, el mal manejo de la Educación, el desamparo de la cultura, el descuido y violación de nuestros parques nacionales, la indolencia ante el maltrato a la mujer o la justicia secuestrada.
República Dominicana es una madre que llora al ver a sus hijos sufrir sin poder hacer nada. Expropiada, endeudada hasta lo imposible de pagar, solo para mantener la fi esta de unos pocos. A los dominicanos nos han querido decir como Churchill: que solo podía ofrecer sangre, sudor o lágrimas. El primer ministro británico hablaba de la guerra y hablaba de una cruzada de su país por enfrentar el nazismo.
Los gobiernos peledeístas nos han sometido a la misma suerte, sin contar siquiera con un mínimo de lo más elemental: seguridad para salir a la calle. Capacidad de estar afuera sin temor. La sensación de que en cualquier momento puede pasarle algo malo a uno, esa especie de paranoia colectiva que sufrimos en el país, que nos hace caminar como gatos sigilosos es el gran resultado del mencionado crecimiento. Que ha sido siempre constante y sostenido en los bolsillos de la nueva oligarquía de la impunidad. Si el Presidente quisiera, como dicen sus bocinas, cambiar la República Dominicana, corregir lo que está mal y hacer lo que nunca se ha hecho empezaría con poner a buen resguardo a quienes con sus vientos se llevaron el crecimiento económico.
Por eso, ante la sangre, el sudor y las lágrimas que nos ha legado el peledeísmo, el pueblo responderá en las urnas llenándolas de votos de esperanza. Llenándolas de ganas de vivir en un país seguro, con prosperidad y trabajo, con ganas de avanzar porque se puede. El remedio contra la desgracia de ser gobernados por gente a la que no le duele el prójimo será votar con fuerza, con rabia y con ilusión por Luis Abinader. Con tu voto… ¡Comienza el futuro!