PLANIFICACIÓN Y DESARROLLO

Crear o morir

Los expertos en economía han definido el siglo XXI como el más prolífero en términos de producción de conocimiento científico y tecnológico. Este siglo es el de la economía del conocimiento.

Winston Leonard Spencer Churchill, notable estadista, orador, político y líder británico, lo dijo de manera elocuente y visionaria, hace 50 años: “Los imperios del futuro son los imperios de la mente”.

Medio siglo después de la muerte de Winston Churchill, los países y los individuos que aprendieron a leer y a escribir el nuevo lenguaje del código digital, se han convertido en grandes imperios económicos. Y los que se han mantenido a distancia de los cambios tecnológicos, han pasado a ser cada vez más pobres. Hoy prevalece el negocio de las ideas. El valor agregado se basa en el conocimiento que es más importante que la mano de obra. En los procesos industriales complejos como la fabricación de automóviles, los programas y los equipos tecnológicos utilizados, son más costosos que la materia prima.

Los países que realizan grandes inversiones en investigación, desarrollo e innovación, registran cada año una gran cantidad de patentes de nuevos productos ante la Organización Mundial de Propiedad Intelectual de la Naciones Unidas (OMPI). Estas estadísticas de registros de patentes, son directamente proporcionales al crecimiento económico. A mayor cantidad de patentes registradas, mayor incremento del Producto Interno Bruto (PIB). Hoy día, predomina el concepto de “mentefactura”, que no es más que la capacidad de idear, pensar e interactuar, tal y como lo describe Juan José Goñi, en su obra “Mentefactura, el cambio del modelo productivo”.

“Los países que se basan en el trabajo mental van a prosperar mucho más que los países que se basan en el trabajo manual, o exportaciones de productos básicos”, comenta Andrés Openheimer en su obra “Crear o morir”.

“Crear o morir. La esperanza de Latinoamérica y las 5 claves de la innovación”, publicado en noviembre de 2014, es el último libro de Andrés Oppenheimer, periodista y escritor de origen argentino, considerado por la revista “Foreign Policy en Español” como uno de los 50 intelectuales latinoamericanos más influyentes.

En la obra, Oppenheimer analiza múltiples temas relacionados con la necesidad que tienen los países latinoamericanos de fomentar la cultura de la innovación si quieren insertarse con éxito en la economía del conocimiento. El arte de reinventarse, los innovadores sociales, los secretos de la innovación y la nueva revolución industrial son de los temas que trata en su libro, haciendo uso de su lenguaje sencillo y directo y apoyándose en entrevistas y encuentros con expertos creadores de sistemas y productos innovadores.

Describe Oppenheimer en su obra, destacando la importancia que reviste para el crecimiento económico las innovaciones tecnológicas y la creación de productos y registro de patentes, que Estados Unidos en el año 2013 registró 57 mil patentes en la OMPI; Corea del Sur, que hace 20 años era tan pobre como cualquier país latinoamericano, registró 12 mil 400 patentes; los 33 países de América Latina y el Caribe registraron 1,200 patentes, equivalente a un 10% de lo que registró Corea del Sur. De esta cantidad, Brasil registró 660, México 230, Chile 140, Colombia 80, Argentina 26, Panamá 18, Perú 13, Cuba 9 y Venezuela 1. Esto está relacionado con la baja inversión en Latinoamérica en investigación y desarrollo.

Según el Banco Mundial, Corea del Sur tiene 5,451 investigadores científicos por millón de habitantes, América Latina tiene solo 560 investigadores por millón de habitantes. Estudios realizados por la Organización de Estados Iberoamericanos, cuya sede se ubica en Madrid, España, prescriben que América Latina destina tan solo el 2.4% en investigación y desarrollo de nuevos productos de todo el dinero que se invierte en el mundo, en cambio, Estados Unidos y Canadá invierten 37.5%; la Unión Europea 31.2% y Asia 25.4%.

Asimismo, el Banco Mundial, en un estudio reciente estableció que los países emergentes en otras regiones colocan un 20% más de productos nuevos que América Latina.

Pudiera pensarse que América Latina no posee el talento creativo para competir con nuevos productos. No es así. Oppenheimer pone algunos ejemplos de cómo el talento en los países de la región han logrado grandes éxitos: el chef peruano Gastón Acurio ha revolucionado la cocina peruana y la ha convertido en una marca país, con más de 40 restaurantes en New York, Miami, Madrid, Bogotá, Buenos Aires y otras ciudades. La cocina peruana es un fenómeno económico y representa el 9% PIB de Perú; el guatemalteco Luis von Ahn, coinventor de CAPTCHA, una prueba de computación que determina si el usuario es humano o es un robot, tratando de enviar correos basuras. Este programa se está utilizando casi en todo el mundo. Von, vendió una versión posterior de su programa a Google, por millones de dólares; el chileno Alfredo Zolezzii, inventó un sistema de purificación de agua de bajo costo, transformando el agua contaminada en plasma y el plasma en agua limpia.

Oppenheimer indica que las mayores dificultades en el proceso de innovación en la región es una cultura de veneración a los innovadores y a los emprendedores, y la falta de tolerancia social con el fracaso individual, que son los factores claves del éxito de Silicon Valley.

Explica que mientras en América Latina hay millones de niños que quieren ser estrellas del fútbol, del béisbol o de otros deportes, muy pocos aspiran a ser el próximo Premio Nobel de Química. El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, el colombiano Luis Alberto Moreno, lo describe de manera gráfica cuando dijo: la región tiene que enfocarse ahora en producir el próximo Neymar del software y el próximo Messi de la robótica.

Es difícil que cualquier innovación no esté precedida de fracasos, pero esto no significa que dejemos de arriesgarnos y mucho menos que dejemos de invertir y estimular a nuestros innovadores. Hay que crear una cultura de veneración para los innovadores, utilizando campañas mediáticas y premios para inventores productivos y emprendedores. Necesitamos superar la baja calidad educativa y formar más jóvenes en las áreas de ciencia e ingeniería, subraya el autor. Estamos obligados, a innovar o morir.

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