PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
La ruta hacia el concordato de 1933
Las opiniones expresadas por el Cardenal Faulhaber en los primeros días de marzo del 1933, a su regreso de Roma, abrieron el camino para el concordato de 1933 entre la Santa Sede y el Reich alemán. Así lo señaló el acucioso investigador Joseph A. Biesinger. El Cardenal les comunicaba a los demás obispos de Baviera cómo había advertido en Roma una mayor tolerancia hacia Hitler y el Nacional Socialismo. Decía Faulhaber: “ningún partido revolucionario ha llegado al poder de manera tan legal.” Meditemos en las palabras del Santo Padre [Pío XI], él ha declarado delante del mundo entero su confianza en Hitler, el primer estadista, luego del Papa, en elevar su voz contra el Bolchevismo” (“The Reich Concordat of 1933. The Church Struggle Against Nazi Germany,” En, Controversial Concordats, The Vatican’s relations with Napoleon, Mussolini and Hitler, Frank J. Coppa Editor, 1999, 120. La obra fue publicada en Washington, D.C en la imprenta de la Universidad Católica de América. Para Pío XI la gran amenaza para el cristianismo mundial era el comunismo, a su juicio débilmente enfrentado por las blandengues democracias occidentales.
En Alemania se preparaba un cambio de política en la jerarquía eclesiástica hacia el nazismo. Los cardenales Bertram y Faulhaber circularon entre los obispos varios borradores de las nuevas líneas de acción.
Hasta el día de hoy se discute acaloradamente sobre si la presión para adoptar una actitud más abierta ante Hitler provenía de Roma o desde las mismas filas católicas alemanas. Lo indiscutible fue la Declaración de la Conferencia Episcopal alemana reunida en Fulda. Con fecha 28 de marzo de 1933, “quedaban abolidas las prohibiciones --condicionales y ya de varios años de duraciónócontra el nacionalsocialismo”. Se podía participar en el partido Nazi y en la renovación nacional. Se pedía al clero que apoyase al gobierno en su esfuerzo por una nueva Alemania.. Se reconocía el deber de criticar el error, la injusticia y los actos de violencia que cometieran los miembros del partido nazi. El lado más dramático de las prohibiciones ahora suprimidas era ser miembros del Partido Nazi, usar el uniforme de la SA en la Iglesia y recibir los sacramentos (Coppa, 1999, 126 - 129).
Pocos días después, el 30 de marzo y el 7 de abril, se asomaban por primera vez las garras de la legislación racista Nazi.
El 10 de Abril, 1933, el católico, Franz von Papen, presentaba al Cardenal Secretario de Estado en Roma, Eugenio Pacelli, una oferta en la que se le hacía a la Iglesia católica muchas concesiones que la Curia nunca había conseguido de ningún gobierno de la República de Weimar desde 1920.
La Santa Sede negociaba con Hitler persuadida, contrariamente a lo que se pensaba en Europa, que el gobierno de Hitler “se mantendría en pie durante mucho tiempo”. Esta iniciativa del gobierno alemán en abril, fue recibida con cautela por la Santa Sede. Von Papen y Hermann Gˆring viajaron a Roma para enfatizar la seriedad con la que el gobierno alemán tomaba la propuesta de un Concordato. Siendo Nuncio, Pacelli había buscado un Concordato con el Reich desde el verano de 1931, pero el entonces Canciller Heinrich Brüning se opuso.
En círculos vaticanos se consideraba peligroso desairar a Hitler. El Concordato podría servir de defensa en una Alemania cada vez más violenta. Negociar con un Estado centralizado brindaba más oportunidades que pactar con una federación.
En Roma, durante la Semana Santa del 1933 se le daban los toques finales al Concordato. A esas discusiones asistió Monseñor Ludwig Kaas, no se sabe si invitado, o “por casualidad”. Kaas había negociado los Concordatos de Prusia y Baden, había sido consejero de Pacelli y desde 1928 presidía el Partido del Centro Alemán, aunando facciones y representándolo ante los obispos.
El autor es profesor asociado de la PUCMM