La venganza fue de “espanto y brinco”
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El día 10 de julio de 1953, Luis Bernardino, cónsul dominicano, o “primer secretario” de la Embajada (según Angelita Trujillo) en Londres, disparó cinco balas de pistola sobre el cuerpo del Mayor Piloto, Octavio de la Maza, agregado militar en la Embajada dominicana en Inglaterra. De la Maza se retorció en el suelo como una serpiente defendiendo la vida, y desde el suelo, sacó su pistola y solamente pudo hacer un disparo, antes de desmayarse, lo suficientemente certero, como para herir de muerte al cónsul dominicano. Ambos heridos fueron llevados al hospital, muriendo Bernardino al otro día, y recuperándose De la Maza posteriormente. La causa exacta del incidente es todavía confusa. Ambos, Bernardino y De la Maza, eran amigos, y habían pasado parte del día, haciendo compras en un supermercado de Londres, De la Maza acompañado de su esposa, y luego en la tarde, junto a un amigo argentino, se fueron los tres a oír música de tangos a las oficinas o casa de Bernardino, soltero empedernido, con ingesta de tragos. Ambos tenían temperamentos difíciles. En días anteriores a la tragedia, hubo diferencias personales, y al parecer De la Maza lo había golpeado, pero luego se zanjó el problema y se reconciliaron. De la Maza ofreció su cara para que Bernardino lo golpeara, si era necesario, en un gesto de amistad para restablecer sus vínculos afectivos, lo cual no hizo Bernardino. Esa tarde del 10 de julio, Bernardino subió a un segundo piso del local, con el pretexto de ir al baño. Bajó las escaleras con un arma de fuego en la mano y la emprendió sin mediar palabras contra Octavio de la Maza, agregado de la Aviación Militar Dominicana. Trujillo protegió a De la Maza (los rumores decían que Ramfis Trujillo, quien era amigo de De la Maza, influyó en esa decisión), y no permitió que la justicia inglesa lo retuviera para fines de investigación y procesamiento, amparado en la inmunidad diplomática. Luego de algún tiempo, De la Maza se recuperó y regresó a Ciudad Trujillo, donde hizo vida normal. Una de las versiones difundidas en la época, que iría a tener una importancia capital tres años después, fue que Luis Bernardino era homosexual, condición o preferencia incompatible con el machismo dominicano de la época, quien supuestamente hizo en ese sentido, algunas sugerencias impropias a De la Maza, que fueron ríspidamente rechazadas. La familia Bernardino, casi pariente de Trujillo, de una lealtad absoluta al dictador, se indignó con aquel suceso. Luis era el hermano preferido de doña Minerva Bernardino, y ésta, hizo todo lo posible para que Trujillo penalizara a De la Maza. Hay documentos, cartas dirigidas a Trujillo, donde Minerva, dio su versión sobre el hecho y calificó de asesinato la muerte de su hermano. Trujillo nunca respondió. El entonces Embajador dominicano en Londres, Temístocles Messina, fue acusado por Minerva Bernardino de encubrir a De la Maza, debido al informe de éste, donde calificó, en sentido general el incidente, como una reyerta entre dos amigos. Félix W. Bernardino amigo y seguidor incondicional de Trujillo, fue jefe de operaciones criminales en Cuba, Estados Unidos y Centroamérica, durante toda la década de los años 50, dirigiendo personalmente muchas de las muertes de exilados dominicanos. Cuando este siniestro personaje estuvo preso en la Penitenciaria de la Victoria, en los amagos de justicia, impulsados a raíz de la decapitación de la tiranía, en 1962, en cierta ocasión, el Fiscal con Jurisdicción Nacional, Dr. Rafael Valera Benítez pasaba por el frente de su celda, y al verlo se indignó, señalándolo como mano derecha del tirano, Félix W. Bernardino, se levantó del banco en que estaba sentado, y le dijo, “más respeto, tirano no, mi Generalísimo Trujillo”. Los “Bernardino” vivieron esperando el momento de vengar la muerte de su hermano Luis, pero se encontraron con un obstáculo en su camino, el hijo mayor de Trujillo. De la Maza era de la Aviación Militar Dominicana, madriguera de Ramfis Trujillo que valoraba a sus pilotos y oficiales, con extremo seguimiento, y además era su amigo. El destino o el azar le pusieron en las manos a Minerva Bernardino el momento de ejecutar la venganza, cuando Trujillo, torpe en demasía, luego de perpetrar el increíble secuestro del profesor vasco, Jesús de Galíndez, el 12 de marzo de 1956, violentando todas las Leyes Federales de los Estados Unidos, decide liquidar a Gerarld Lester Murphy, un pobre muchacho de 22 años, a quien le habían quitado su licencia de piloto de vuelos comerciales en Estados Unidos, por sus problemas de miopía, y se había dedicado a realizar vuelos internos turísticos en La Florida, de corta distancia para ganarse la vida. Murphy fue contratado por quienes ejecutaron el secuestro de Galíndez, para que trasladara clandestinamente desde New York, haciendo escala en la Florida, a “un enfermo de cáncer terminal” a la República Dominicana. Murphy no tenía idea de que llevaba a Galíndez, cuando aterrizó en la pequeña pista aérea de Montecristi. Trujillo lo colmó de dinero y lo nombró copiloto de la Compañía Dominicana de Aviación, donde casualmente, luego de incidente de Londres, Trujillo hizo nombrar como piloto a Octavio De La Maza, desarrollándose una buena amistad entre ambos. Lo que viene a continuación es, para decirlo con una frase que usaba el buen amigo, Max Álvarez, de la crónica deportiva: “de espanto y brinco”.