¿Hicimos buena inversión?

(2 de 2) Con los US$2,500 millones de los bonos, en vez de pagar la deuda de Petrocaribe pactada a 20 años y gastar el resto en no sabemos qué, hubiese sido más sensato atender nuestro orden de prioridades para impulsar el ralentizado desarrollo nacional. ¿Necesitábamos pagar una deuda que no nos estaban cobrando, o tomar esos dólares para enfrentar uno de los principales problemas para nuestro avance industrial, como es la electricidad? Si la planta de Punta Catalina, que generará 500 megas, costará US$1,000 MM, ¿no era mejor invertir en otras plantas de generación variada: a gas natural, eólica, parques fotovoltáicos, etc., diversificando así la matriz energética? No olvidemos que a los generadores les pagamos más de US$1,000 millones anualmente por subsidio y que en 2016 se vencen los contratos del Acuerdo de Madrid, donde estamos mordidos bajo condiciones abusivas. Con esa inversión, progresivamente iríamos reduciendo el monto de ese subsidio en unos doscientos millones al año, hasta llegar a una cuota manejable. Y con ese ahorro, ¿no habría suficiente para pagar a Venezuela, incluso en menos tiempo del plazo concedido de veinte años? Además, no sería lo mismo sentarse a renegociar “a mano pelá” esos contratos, que contando con una potente fuerza de generación estatal soportada en tres o cuatro sistemas diversos. Si el Estado dispone de 1,500 megas, se pueden establecer condiciones más ventajosas, rechazando propuestas onerosas. En otras palabras: de esta manera, en cinco o seis años hubiésemos tenido resuelto el problema de deficiencia energética para soportar el desarrollo nacional, ahorrando suficiente para pagar una deuda que, para cubrirla, hemos debido tomar un préstamo que nos costará anualmente más de US$120 millones durante 22 años promedio, sin contar la parte que no sabemos: lo que realmente se pagó por lobbismo, comisiones y demás cositas misteriosas, que siempre están fuera de lo financieramente demostrable. No creo que haya sido mal negocio, pero sí inoportuno.