PENSANDO
Poder de la desinformación
La desinformación tiene un mercado de consumo propiciador de grandes operaciones millonarias en lo político y social. Observar la inversión que desde las esferas de poder se hacen discriminando medios y periodistas a su servicio, es entender la gran industria de la desinformación. Visualizar, leer y escuchar las informaciones no es una tarea fácil para filtrar la veracidad de los hechos. Los poderes tácticos influyen no solo dentro de sus fronteras, sino también allende los mares donde los intereses trascienden el propósito hegemónico de esos estados. Tomemos algunos ejemplos de la manipulación a que los imperios acuden para justificar sus propósitos y conquistas. En el año 2002, el New York Times desveló la existencia de una extraña institución dependiente del Pentágono llamada “Oficina de Influencia Estratégica”, cuya función, según revelaron fuentes militares a los periodistas, era generar informaciones falsas para convencer a la opinión publica internacional de las bondades de la guerra contra el “terrorismo” que había puesto en marcha la administración Bush. Uno de los planes de esta oficina de desinformación era engañar a importantes agencias de prensa y medios extranjeros con noticias falsas que beneficiaran a los intereses del gobierno estadounidense, doble beneficio en la opinión publica extranjera, y en la de su propio país. El ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, se vio obligado a anunciar el cierre de la oficina. Algo parecido ocurrió con la oficina de comunicaciones globales para imponer su criterio sobre las guerras de Irak y Afganistán. Ni hablar de los periodistas que filtraban información dentro de los contingentes militares, dando informaciones parcializadas. En Vietnam se filtraron todas las imágenes desde el campo de batalla en una guerra desigual. Y ver a Colin Powel justificar una guerra bajo el más absoluto de los absurdos de que Irak tenía fábricas de armas de destrucción masiva, son ejemplos innegables del poder de la desinformación.