FE Y ACONTECER

“Conviértanse y crean en el Evangelio”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Primer Domingo de Cuaresma Hoy comienza para los hijos de la Iglesia un período muy peculiar, la Cuaresma o preparación para la Pascua de Resurrección. En la Sagrada Escritura encontramos varias cuarentenas de días y de años. Por ejemplo, el diluvio duró cuarenta días (Gén. 7, 17); Moisés y Elías llegaron al encuentro con Dios después de una purificación de cuarenta días y cuarenta noches en la montaña; el pueblo de Israel, después que fue liberado de la esclavitud de Egipto, peregrinó durante cuarenta años por el desierto hasta llegar a la tierra prometida, y Jesús mismo vivió su cuaresma en el desierto de Judea antes de comenzar su vida pública. Con el Miércoles de Ceniza, nosotros entramos en un período de penitencia y purificación en que la Iglesia nos invita a prepararnos con oración, austeridad y obras de caridad para vivir la Pascua. a) Del libro del Génesis 9, 8-15. Después del diluvio, Dios hace un pacto con Noé y sus hijos: “Hago un pacto con ustedes: el diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que devaste la tierra”. La Alianza con Noé tiene la señal del arco iris que aparece en el cielo. Quienes están más familiarizados con las páginas bíblicas saben que el tema de la Alianza es fundamental para el pueblo de Israel. En la historia de Dios con su pueblo, el pacto que hoy hace con Noé es el primero de una larga serie de promesas-compromiso con los patriarcas. Doble promesa a Abraham, de la tierra y de la descendencia, y a David le prometerá que su trono será ocupado siempre por un descendiente suyo. El arco iris es pues, signo de la alianza de Dios establecida con toda la humanidad. b) De la primera Carta del apóstol San Pedro. “Cristo murió por los pecados una vez para siempre, el inocente por los culpables, para conducirlos a Dios: sufrió muerte en el cuerpo, resucitó por el Espíritu y así fue a proclamar también a las almas encarceladas”. En el Credo que proclamamos los domingos en la misa, decimos: “Descendió a los infiernos”. Este descenso salvador fue muy importante para los primeros cristianos, como lo atestigua San Pablo en sus cartas a los Efesios y a los Romanos. A aquellos cristianos les preocupaba la suerte de los pecadores, y en general la de todos los que vivieron y murieron antes de Cristo. Con esta imagen enigmática del Señor descendiendo a las regiones inferiores y proclamando la salvación a todos los hombres y mujeres de todas las épocas, quiere significarse la salvación universal por parte de Jesucristo a toda la humanidad. c) Del Evangelio según San Marcos 1, 12-15. En el primer domingo de Cuaresma la Iglesia nos presenta a Jesús en el desierto. “Jesús se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás, vivía entre alimañas y los ángeles le servían”. El evangelista Marcos no describe las tentaciones de Jesús en el desierto, ni tampoco menciona el ayuno, sino que se limita a constatar esquemáticamente: Empujado por el Espíritu “se quedó Jesús cuarenta días en el desierto, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían” (Mc. 1, 13) El Espíritu que lleva a Jesús al desierto es el mismo que recibió del Padre en el bautismo. El desierto es lugar y tiempo de tomar decisiones. Se opta por Dios o por el mal. Jesús confirma su opción por el proyecto de Dios en claro contraste con la opción que tomó Adán en el Antiguo Testamento. Los cuarenta días recuerdan las pruebas sufridas por Moisés y Elías (Cfr. La Biblia de nuestro Pueblo, nota al texto del Evangelio que estamos comentando). A propósito del texto del Evangelio de este domingo, debemos decir que todos necesitamos la conversión, como también retirarnos al desierto, hacer silencio y orar. Es una exigencia de nuestra condición humana, hombres y mujeres, que constatamos a diario nuestra debilidad. Las tentaciones del hombre de hoy son las que experimentó Jesús en el desierto. ¿Cuáles son esas tentaciones? - El materialismo que prima la economía y el dinero, el tener y el gastar. - La magia religiosa que manipula la religión para provecho propio. - La idolatría que adora el poder político y el dominio, la explotación y la gloria. Las tres tentaciones se pueden resumir en una. Al hombre de hoy, sometido al secularismo de la vida, al nuevo ateísmo, a la nueva religión de la técnica y del progreso, le tienta el prescindir totalmente de Dios, eliminarlo de su vida. Todo el mundo con sus valores y contravalores no asegura la madurez y la felicidad de las personas, mientras el progreso y la liberación del hombre no sean integrales y auténticamente humanos. Si el hombre pierde el sentido de Dios carece de un valor absoluto de referencia y perderá también, por lo mismo, el sentido de la dignidad y condición del hombre. (Cfr. B. Caballero. En las fuentes de la Palabra. Comentario a las lecturas del primer domingo de Cuaresma).

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