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Tiempo para el alma

“Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”.Lc. 10: 42.

¿Has ido alguna vez a visitar a una pariente que tan pronto llegas ella te saluda raudamente, te invita a tomar asiento y sale disparada para la cocina a preparar un interminable refrigerio? A mí me ha pasado en reiteradas ocasiones. No les niego que me da deseos de agradecer su “atención y detalles”, y regresarme por dónde llegué. Tomarnos un tiempo con nuestro visitante, hablarle, escucharlo, dedicarle nuestra absoluta atención, disfrutar su presencia y hacer que él disfrute de la nuestra; ahí está el valor del encuentro. En la historia que nos cuenta Lucas, él no nos dice que Marta amaba menos a Jesús que María, pero tenían visiones distintas de la dedicación al visitante: Martha en los afanes de logística en la misma presencia de Jesús, y María, absorta ante él, escuchándolo, disfrutando de su presencia, simplemente. El tiempo para el Señor, es único, exclusivo y valioso. Andar nerviosos y atareados con nuestros afanes, es una distracción que nos distancia de la gracia de la escucha, de la intimidad con Dios. La sabiduría no está en hacer las cosas perfectas, sino en saber escoger y saber decidir.

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